Monstruos que retozan en este sitio:

lunes, 30 de julio de 2012

Revista Penumbria

En su tercera convocatoria, Penumbria publica uno de mis cuentos:
LA PROTECTORA - Pag. 22
(demás está decir que todos los textos merecen ser leídos!!)

http://issuu.com/penumbria/docs/penumbria___tres/23


martes, 24 de julio de 2012

wachiturra jamás!!



Siete y cuarto de la tarde, la abulia, la rutina, evocan un camino que la está asfixiando.
Una mujer como ella no puede vivir entre tanto decaimiento emocional sin sufrir un brote sicótico en pleno tarde que seguramente será justificado por el accionar de una sociedad decadente que no le ofrece los suficientes altibajos que ella espera.
La desidia la está matando.
Se encierra bajo llave para no escuchar que la nada se pasea sacando pecho y moviendo las caderas.
Vive en una provincia arcaica, ella es una mujer del mañana, necesita de otras cosas para vivir. Recuerda el número telefónico que le diera otra lunática como ella, y decide llamar para tener unas horas de sexo salvaje y pagado. Quiere al menos una noche que rompa con la rutina emblemática que amaga con subyugarla.
A las 9 se perfuma y antes de salir se asombra de su propia calma, está por hacer realidad una de sus fantasías y se desconcierta de ella misma.
Toma la moto y se avienta a la noche y sus frutos prohibidos.
Lo ve una cuadra antes, es como su lunática amiga lo había descripto. Se detiene, intercambian un saludo que ella imagina podría ajustarse al protocolo que dicta la situación.
Cuando llegan al hotel y quedan solos en la habitación, la realidad es otra.
Paga por adelantado cuando lo ve indeciso y hasta tímido. Imagina que podría estar interpretando algún papel. Le aclara que no quiere ser dominatriz y que puede empezar cuanto antes, ¡pero no terminar antes de la hora pagada!
Lo cierto es que no hubo juego previo, ni agitación. No hubo cuerpos sudados como en las películas porno y tampoco miembros viriles que la dejen sin aliento.
Tiene a un treintañero musculoso saltando sobre ella y piensa que si le pega otra vez con el codo en las costillas se dañará el poco resabio de cordura que ha acumulado durante la tarde.
En el mete y saca frenético del hombrecillo puede ver que su orgullo masculino no supera los escasos 8 centímetros, de reojo mira el televisor y los actores que están dándole una paliza de placer a una rubia tetona, le juegan en contra al “machote” que ella tiene encima.
Hace una mueca extraña cada vez que la penetra y los dientes le brillan por la luz negra produciendo el efecto contrario que ella desea de un hombre sensual. Se asegura de no abrir la boca para que sus propios dientes no brillen. Hay una divergencia importante, no tendría que estar pensando en esas cosas, algo no está bien.
-Basta- grita, pero él se apura y asombrada descubre que el hombre a llegado a su clímax.
Se levanta sonriendo de costado. ¿Hay una sonrisa ganadora o la está imaginando?
Saca un paquete de cigarrillos del bolsillo, enciende uno sin siquiera invitarle, lo fuma en tres o cuatro pitadas y se acuesta a su lado, tapándose de la cadera hacia abajo con la sábana blanca.
Marcela ha seguido con la mirada el ritual tratando de entender que está sucediendo.
Siente que le arde la cara.
Afuera se escuchan fuegos artificiales y él se levanta contento, como recordando algo.
-Me voy, están festejando el cumpleaños de la Pachamama, hoy actua Leo Dan- le aclara emocionado mientras se viste presuroso.
Se para antes de abrir la puerta y como la ve aun en la cama, sentada y con la boca abierta, supone que la ha dejado demasiado anonadada como para responder, entonces decide tomar un taxi y se va.
Marcela está a un paso del delírium trémens.
Se levanta y ríe.  Mejor reír que tomar un rifle y terminar en la carcel.
Mejor aceptar la realidad que vivir devanándose los sesos todos los días buscando un cambio que se niega a despertar.
-Provincia de mierda, gente de mierda, la puta que los parió- grita cuando sale del hotel y el chico que le abre el portón la mira de costado temiendo algún desenlace sangriento.
Se le inyectan de sangre los ojos, no quería encontrar gente en su camino, no quería reptar por la miseria humana y ser parte de ella. Marcela es más que eso, pero está a punto de reventar.
-¿qué miras?- le pregunta a los gritos- ¿qué mierda?, ¡la puta que te parió!, ¿qué mierda miras?
Y antes de terminar el cuestionamiento el chico deja el portón y entra corriendo.
No esperaba eso, hubiese querido algún tipo de confrontación, así alegaba ante la justicia que su reacción violenta fue en defensa propia. Pero nada, ni esa noche, ni la noche pasada y suponía que tampoco la siguiente.
-Cuando me encuentren muerta en la plaza libertad quiero que en mi expediente se aclare que  la causa del deceso fue: ABURRIMIENTO EXTREMO- grita, y cuando ve aparecer un musculoso de casi dos metros por el sector de seguridad, arranca y huye a toda velocidad, en la esquina el encontronazo es inevitable, una combi que traslada un grupo musical se atraviesa en su camino, no logra esquivarlos y la moto se ve inevitablemente incrustada en el lateral del vehículo mayor, ella vuela por los aires con la gracia propia del ave fénix. Aterriza unos metros adelante e intenta levantarse pero no puede, a duras penas puede ver cuando los integrantes de la banda musical bajan corriendo para ayudarla, pero con cada contacto de su piel con aquellas manos, gruesas pústulas rojizas aparecen, es ahí cuando ella se da cuenta de quienes son: Noooo- protesta enloquecida y antes de dar su último suspiro los aparta con la mano al grito de- ¡Rollinga siempre, wachiturra jamás!
Y el grupo de músicos adolescentes se hace a un lado a la espera de que alguien que esté a su nivel pueda llegar a tiempo para ayudarla, cosa que en Santiago del Estero, nunca sucede.

martes, 17 de julio de 2012

Las miradas

Aparecen cuando el sueño se hace pesado y me cuesta mantener la mirada fija. Es justo en ese momento. Nunca apago el televisor que está en mi pieza, lo mantengo sin volumen, no necesito ver las imágenes, sólo sentirme segura con la luz que mantiene en raya a las miradas.
Desde mi cama los veo espiarme, muestran sólo una pequeña porción del rostro, lo suficiente para que uno de sus ojos me observe, abierto, desmesurado, casi, casi, saliendo de la órbita. A veces están en el marco de la puerta, en otras los descubro en el lateral del ropero, una vez sorprendí a uno mirándome desde el costado derecho de mi cama. Esa noche fue la primera, intentaba descansar y no podía, escuchaba los murmullos de la gente que se para en las veredas a conversar a las tres de la mañana, no tenía el televisor prendido, mi habitación estaba sumida en una penetrante oscuridad, pero lo vi, lo vi y me asusté, grité tanto que nadie vino a verme, supongo que imaginaron que había un descuartizador en mi casa y no querían ser descuartizados ellos también. Desde ese día no apago el televisor y ya no se acercan tanto; o los asusta la pequeña luz que se derrama sobre mi cama o quedaron espantados de mis alaridos. Ya no les temo. A veces me sobresaltan, me doy media vuelta en la cama intentando dormir y encuentro una cabeza inclinada, apareciendo por algún recoveco y pego un salto, doy un brinco y me agito, pero ya no grito aterrada.
De mi mamita heredé la costumbre de ver lo que otros no logran percibir, ella no podía dormir escuchando gatos, a veces se le subían en las piernas y comenzaba a tirar manotazos al aire intentando sacarlos de su falda. En esa época sólo ella los veía, supongo que si viviera ahora yo también podría verlos, lástima que no se despertó en mi este don en aquellos tiempos... la hubiese ayudado a espantarlos. Mi padre se la llevó un día para que la vieran los doctores y cuando regresó, un tiempo después, ya no era la misma. Dormía mucho. Se quedaba mirándome. A veces me sonreía, a veces me hablaba, a veces me abrazaba, una vez se murió.
Pobre mi mamita querida que nadie supo comprender.
A veces, entre tantos ojos nocturnos, intento encontrar los suyos, y me alegra no hallarlos, me alegra imaginar que ya no está aquí y no tiene que luchar por conciliar el sueño entre tantos murmullos y extraños que observan con ojos desmesurados.
Un día apagaré el televisor y dejaré que se acerquen hasta que me maten de un infarto y cuando me encuentren dura en mi cama, con el televisor apagado, le gente sabrá que me habré suicidado.

viernes, 6 de julio de 2012

Soy influenciable


Soy influenciable, cada individuo que se coló en mi existencia dejó su impronta clara y profunda.
¿Quien habría sido si no hubiese estado coaccionada por mi entorno?
¿El yo es una mezcla perpetua de otras vidas en una?
¿Existe un yo?
Soy influenciable.
Respeto profundamente a aquellos que luchan por convicciones y arman revueltas en honor a alguna causa.
Yo no las tengo, nunca las tuve, salvo pequeños ideales tomados de otros y que duraban lo que me tomaba encontrar otro molde para cambiar no sólo mi interior sino mi fisonomía también.
La influencia se incia en los labios, me besan y los absorbo, cambio.
Con cada caricia, cada juego, lamida o penetración profunda dejo de ser y soy alguien mas.
Pierdo la forma, me desintegro, juego en el cosmo y regreso mimetizada no sólo mental sino fisicamente también y por unos días soy ellos, o como ellos, o tal vez parte de ellos. Visito sus casas, converso con sus amistades, trabajo en sus proyectos... y es que soy influenciable, esto dura hasta que me siento atraída por otro ser, entonces me doy baños de un par de horas con agua caliente y los voy sacando de mi sistema, preparándome para la siguiente influencia.
Por supuesto, siempre queda algún residuo, un tic, un pestañeo particular, tal vez alguna forma inusual de repetir palabras.
Con los años me he convertido en un puzzle abstracto, carente de individualidad, de personalidad. Una masa informe.
Un día de estos, cuando tenga el caracter suficience como para enfrentarme, tal vez haga una dieta de otras existencias y decida dejar que las formas se moldeen solas y pueda, quizas, descubrirme.

lunes, 2 de julio de 2012

...

Contó las hojas que caían y las imaginó desplegar esa última instancia de vida, en una danza frenética que culminaba cuando con suavidad se posaban sobre el césped. Así lograba sumergirse en la savia de su sueño, contando historias, inventando vidas. Patricia era un demiurgo que habitaba en el cuerpo de una mujer. Su vida cautiva en carne y hueso era sólo liberada en la alfombra de Morfeo, cuando llegaba a su tierra se desprendía de los músculos desgajándolos uno por uno, acomodando los huesos unos arriba de otros para no perder el tiempo en recomponerse a la hora de regresar.
Cuando el cuco esa noche entró para robar su sueño, nunca supo que aspiraría la energía brutal de su imaginación cautiva, se acercó y la besó en los labios, cerró los ojos y acarició su cabello esperando el sueño que él no podía crear y que ansiaba poseer. Fue demasiado para él.
Los labios ardieron en llamas. Desesperado se separó e intentó con desesperación sacar de su sistema esa energía cósmica que le quemaba las entrañas. Grito enloquecido haciendo temblar los cimientos de la casa.
Patricia, sin intuir que sus sueños querían ser profanados, nadaba desnuda en aguas verdeazules, bebiendo la sangre de Morfeo que licuada con hojas de menta y rodajitas de frutilla, constituía el elixir que necesitaba para no escapar de su molde humano.
Cuando regresaba rearmándose percibió el olor a quemado, se despertó cubierta con hollín y sin saber porque se sentó a llorar. Su boca sabía a beso amargo, a sueño destrozado.
Se durmió nuevamente, y lo soñó, y lo rearmó, y al hacerlo sus manos desarmaron el fuego del hombre convirtiéndolo en un espeso brebaje bermellón que volcó en la venas del cuco que ante tal caudal de efervescente calor se aventuró a los sueños del demiurgo devenido en hembra y vivió en ellos, besándole las manos cuando la tenía presente, y en su ausencia, eviscerando pesadillas con un cuchillito de manteca.


Este texto va dedicado a Patricia Nasello.
Patricia: no tenía nada en mente para publicar en mi blog
pero tu perfecta narrativa e imaginación hacen que las ideas sobrevengan.
Pido disculpas por haber utilizado tu cuco para escribir este cuento.
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