Monstruos que retozan en este sitio:

martes, 27 de abril de 2010

Para un amigo

Heraldo tenía la culpa porque él les permitía entrar.
Se colaban entre las lámparas, reptaban por debajo de la alfombra, inflaban los cables al introducirse por ellos y salían por el tomacorriente devenidos en sonidos de ultratumba.
Pero él tenía la culpa... porque los dejaba entrar.
Jugaban a ser sacos de huesos en la tapa de Stephen King y a comer la Semilla del Diablo en la de Ira Levin.
Se les escapaban las tripas cuando se reían viendo "el exorcista" y vomitaban lentejas mientras copulaban al son de la música de "La llamada".
Sano juego.
Sano empeño por poner orden en las aletargadas hordas de aquelarres brujilescos.
Mientras los miraba desde un rincón, sentado en un sillón caoba muy cerca de su escritorio de quebracho colorado, tomaba notas en su pequeña libreta negra y les hacía espacio para sus juegos libertinos.
Cuando el amanecer llegaba se escabullían por los huecos y dejaban la sala con olor a jarabe para la tos.
Heraldo cada tarde se preparaba para la invasión, pero él tenía la culpa, por que él los dejaba entrar.
Mientras esperaba la llegada cambió la hoja en el almanaque y palideció.
Corrió a la habitación y levantó el primer abrigo que pudo y cuando se disponía a salir la puerta se cerró violentamente casi a punto de reventarle los dedos en el marco.
Retrocedió espantado.
Los vientos rabiosos hacían remolinos de polvo y calores en el centro de la sala.
¿Cómo podía haber olvidado ese día?
Si la abulia de un día normal llenaba de pus los ojos rojos de los demonios.
El festejo de su cumpleaños daría pie para la más infernal de las celebraciones... y él lo había olvidado.
Heraldo tembló cuando todos cobraron formas y lo escudriñaron sonrientes.
Una hoja cayo desde la nada en la palma de su mano y la leyó intentando respirar.

"por darnos un lugar para ser, reptaremos en silencio, para que el goce de tu alma capte la generosidad del año que se funde en tus venas y de los que se preparan para entrar en tu cosmo... FELIZ CUMPLEAÑOS HERALDO"

jueves, 22 de abril de 2010

QUIERE SALIR Y SER


Se avienta a la naturaleza pérfida de sus noches.
Gruñe y teme.
Se escabulle.
Busca el silencio tozudo y la oscuridad palpitante.
Quiere evitar las miradas y desaparecer del camino del bípedo destructor.
Retoza entre las hojarascas y resuella buscando alivio al libido de su soledad.
Quiere ser rozada y protegida.
Penetrada y salvajemente mordida. Quiere a la noche en su cabeza y a un buen macho encima, que le de lo que su cuerpo de hembra ansía, y lo que el tiempo en su estirpe exige... un hijo que la mantenga fresca en la memoria de la tierra.
Quiere su sangre dando tropiezos por entre los matorrales, riéndose del hambre y jugando con su presa.
Que un día pueda erguirse y caminar, sortear la tortura de una maldición que la obliga a mimetizarse con la selva y alimentarse de carroña.
Amanece y retorna, sigue herida en su soledad, aun el vientre esta vacío y amenaza con secarse.
La carga furtiva de sus noches algún día encontrará alivio y la columna vertebral de su existencia desaparecerá de la historia sin haber dejado mas legado que unos cuantos aullidos extraños en la noche y unas cuantas gotas de sangre a la salida de algún gallinero.
La luz cubre la entrada a la cueva y la somnolencia vuelve a sumirla en la certidumbre (¿o es la utopía?) de que algún día ella podrá salir y ser.

sábado, 17 de abril de 2010

TODO POR AMOR (final)

Por las rendijas de la ventana, confirmó que la casucha estaba en medio de la nada. Una maleza tupida la rodeaba.
Veía el cielo si se agachaba y encontraba el agujero indicado en la ventana de madera carcomida.
Oscureció, amaneció.
Ella entró varias veces, sin tocarlo, sonriente e insinuante, con escasa ropa. Siempre con ese hedor a sucio y a transpiración.
Lo desataba por ratos y se sentaba a observarlo.
Oscureció, amaneció.
Oscureció, amaneció.
Calculó que podría ser su tercer día.
La gorda entró despacio con el desayuno. Café, pan, manteca.
Se sentó a su lado e intento besarlo. Julián volteó el rostro. Ya no le sentía olor a la mujer pero era tal vez porque ahora él ya olía igual que ella. Extrañaba la ducha, el jabón, el olor a manzana verde de su shampu.
-Si vos me amas, te prometo ser solamente tuya -le dijo en una especie de súplica- hoy mismo podría ser solo tuya, pero ámame. Quiéreme.
Los ojos celestes de Julián estaban inexpresivos, por ratos, fiel a su estilo le tenía piedad y quería perdonarla.
-Mirá como será que te amo, que voy a renunciar a todo -le aseguró y se levantó bruscamente, salió de la habitación sin cerrar la puerta y se dirigió a otro habitáculo que aparentemente estaba a la derecha de donde se encontraba él.
Se escucharon los gritos de la mujer que ordenaba -Vete, vete de aquí, ¡fuera!
Quejidos, lucha.
Por fin apareció en escena un muchacho rubio, de ojos claros, que lo miró desesperado.
Estaba pálido, con el cabello largo y una barba tupida. Se lo notaba, a simple vista, cansado y atormentado. Cuando ella se le acercó y lo empujó cayó de rodillas sin dejar de mirarlo.
-Fuera, vete, ya puedes irte.
Tenía marcas en los brazos. Aquel hombre, también había estado atado.
Le hechó una última mirada y desapareció por la puerta corriendo como poseído.
-Ya está, ahora soy tuya y de nadie más, quiero que me ames- le ordenó y cerro la puerta nuevamente.
Eran tantos los pensamientos, conjeturas y explicaciones que se amontonaban en su mente que necesitó cerrar los ojos para no perderse en el abismo de una locura próxima.
Por fin reaccionó a lo que le estaba pasando y lloró.
Oscureció.
Se despertó con un ruido en la celosía de madera y se sentó para escuchar mejor o al menos ver que pasaba (aún dormía en el piso, no se había acercado a la cama, sentía que hacerlo sería darse por vencido).
Crak, crak, tuc, tuc, un último crak y se abrió.
El muchacho que había sido dejado libre esa mañana ingresó en puntitas de pie, le sacó la mordaza y preguntó tembloroso mientras intentaba desatarlo.
-Decime en que día y año estamos.
-Creo que es viernes, abril del 2010 -le contestó a penas pudo.
-¡Dios mio! Esta hija de puta me tiene aquí desde julio del 2009 -le brotaban las lágrimas y dejaban caminos en la piel avejentada.
-¡Dios!- volvió a murmurar desesperado, luchando con las ataduras, temblando, sudando, llorando.
Se escuchó un ruido y el rubio de cabello largo se dio media vuelta horrorizado.
-ahí viene. Si me ve, me mata.
-¡Desatame!
-¡Si me ve, me mata! perdoname, si me ve, ¡me mata!
Y nuevamente saltó la ventana desapareciendo en la noche.
Julián desesperado se levantó para intentar saltar y la vio con una pala en la mano, sonriéndole desde afuera. Cerró la ventana guiñándole un ojo y lo dejó de nuevo en la oscuridad de su habitación. A los diez minutos se escuchó un aullido.
...
Desde esa noche Julián duerme en la cama.
Vencido, aturdido, seducido por la locura.
Tal vez, dentro de su conformismo, alguna noche se decida a dormir con ella.

Fin

viernes, 16 de abril de 2010

TODO POR AMOR (tercera parte)

Julián pensó en preguntarle a sus compañeros sobre la nueva mujer de limpieza, pero lo olvidó.
Se concentró en su trabajo toda la tarde. A las 8 y media se sirvió un café, faltaba media hora para salir y ya lo ansiaba. Le dolía la cabeza y los ojos le ardían. A las 8 y treinta y cinco minutos, golpearon la puerta y la abrieron con delicadeza. Marcela, la administrativa del segundo piso, le traía 2 hojas con números de una cuenta bancaria que debía saldar.
Cómo era constumbre en Julián, lo recibió sin chistar y con una amplia sonrisa de por medio.
Esos papeles indicaban casi una hora más de trabajo.
Se acercó a un pequeño equipo musical que tenía a su derecha y colocó un CD de Beethoven. Al menos eso haría que lo que restaba de números y cálculos fuera un tanto más agradable.
Varias veces escuchó pasos que iban y venían fuera de su oficina y en algún momento recordó a la mujer de la limpieza, pero fue una imagen fugaz.
Por la puerta de vidrio podía ver las sombras de sus compañeros que se retiraban y las voces de despedida. Al parecer esa noche cerraría él.
No importaba, la paga era buena y no sería la primera vez que se quedaba haciendo horas extras.
Entre estar con los números en su oficina y tomando un café en la soledad de su departamento, no había mucha diferencia.
A las nueve y cuarenta terminó con todo. Se levantó de su silla complacido y estiro los brazos, moviendo la mitad del torso hacia la derecha y luego la izquierda, provocando que los huesos crujieran acomodandosé.
Sonreía, había decidido salir y tomar algo en el bar de la esquina, al menos para mirar la gente pasar, pensaba en esto cuando se abrió la puerta de golpe y apareció la mujer gorda con las manos en la cadera y una extraña mirada en los ojos. No tenía ni la escoba ni el balde de agua en las manos y eso le provocó un mal presentimiento.
Por unos segundos ninguno de los dos dijo nada. Ella lo miraba sonriente y casi desafiante. Él compungido y aterrado.
Lo que siguió sucedió en cuestión de minutos.
Julián no tuvo tiempo de reaccionar.
La gorda corrió saltando con asombrosa agilidad por arriba del escritorio y tirándosele encima.
Julián cayó al piso y ella se sentó sobre su pecho dejándolo inmovilizado.
Le arrancó la camisa, haciendo volar los botones en todas direcciones y comenzó a pasarle la lengua por la cara, dejándole el olor a aceite rancio y alcohol de su aliento por todo el rostro.
Julián quería gritar pero las arcadas no le dejaban hacer nada, el estomago subía y bajaba en intentos rabiosos por vomitar.
La gorda le escupía en la cara y después le volvía a pasar la lengua asquerosamente por el cuello y el pecho también.
Gritó. Por fin pudo gritar, y lo hizo con estruendo, pidiendo ayuda, con voz ronca y delirante, casi como en un aullido.
La gorda le tapó la boca y lo observó un momento.
-No te hagas el bonito que yo se que te gusta -le susurró al oído.
A Julián le saltaban las lágrimas como grandes granos de arroz.
La mujer lo miró incrédula. ¿Su hombre estaba llorando como niña y pidiendo que lo rescataran de sus amorosos brazos?
¿Dónde se había equivocado? ¿Por qué él no reconocía su admiración y le daba lo que ella quería?
-Tocame -le gritó poniéndole la mano en uno de sus enormes pechos.
La gorda cerró los ojos disfrutando del contacto y el pobre muchacho, flaco, débil, aterrorizado y humillado aprovecho el momento para burlar la mano que le tapaba la boca y morderle los dedos dejando el meñique destrozado.
La mujer abrió grande los ojos y gritó dándole tremendo puñetazo que lo dejó fuera de combate sumido en un profundo desmayo.
Cuando nuevamente despertó, estaba tirado en una habitación sucia, maloliente, practicamente vacía, salvo por una cama en un rincón cuyas sábanas, adivinaba, negras de mugre.
Se encontraba atado, con las manos a la espalda y amordazado. Se levantó tratando de hacer caso omiso a los calambres que le atormentaban las piernas y se dirigió como pudo hasta la puerta que estaba cerrada con llave, miró por el agujero de la cerradura y la vio. Sentada en un sillón. Comiendo en medio de las moscas y rodeada por perros que en cuanto se acercaban por un poco de comida los ahuyentaba a las patadas.

continuará

jueves, 15 de abril de 2010

TODO POR AMOR (segunda parte)

Se metió en la vida del rubio (que ahora sabía se llamaba Julián) sin que él lo percibiera.
Esa misma tarde consiguió un puesto de limpieza en la empresa donde su Adonis trabajaba y entró en su oficina antes de las 9 de la noche con la excusa de que creía que esa parte de la empresa estaba ya desocupada.
Julián se sorprendió al verla entrar. En realidad se pegó flor de susto, tiró los papeles que tenía en la mano y por poco se cae de la silla también.
-oh! perdón -gritó en un vano intento de ser amable o al menos femenina.
-no, no. Esta bien. -contestó Julián con la mano derecha oprimiéndose la parte izquierda del pecho.
-Pensé que no había nadie -y sonrió. La mujer regordeta sonrió. Le demostró que ella era sensual y hermosa. Con la mueca en la cara, se le hicieron un montón de arruguitas alrededor de los ojos y abrió tanto la boca que se notaron las ausencias de los dientes y de algunas muelas también.
Pero al menos no olía a cerveza y se había bañado concienzudamente antes de ir a trabajar; que ahora apestara de nuevo a sudor era por culpa de él, cuando lo veía transpiraba como animal.
De todas maneras se sentía confiada en sus fabulosas formas. Formas tenía a montones. Más que cualquier otra mujer. Tenia carne por donde buscaras, un hueso no se asomaría a través de ella a menos que fuese por una fractura expuesta.
Un metro sesenta y cinco de altura y casi 98 kilos de pura mujer.
Se sentía soberbia.
Julián en su timidez y caballerosidad le sonrió y ella lo tomó como una señal de "sigue adelante". Creyó que el semáforo se le ponía en tres tipos de verdes diferentes y no había ningún obstáculo como para que no pasara al siguiente tramo.
Tiró la escoba y entró a la oficina cerrando la puerta tras de sí.
Se acercó con paso sereno, sexy, moviendo las caderas de manera sugestiva. Quería que él la viera como una gata al acecho. Una gata, en celo, al acecho.
Julián empezó a transpirar cuando vio que la mujer gorda entró y comenzó a acercarse de una manera extraña, con movimientos rápidos, exagerados e intimidatorios.
Retrocedió en la silla con rueditas hasta que la pared se lo impidió, entonces se levantó y dio vuelta al escritorio por el lado contrario sin dejar de mirarla.
¿Quien había contratado a una loca así? y supuso que podría ser una broma de sus compañeros.
-Disculpe señora, ya terminé de trabajar, puede limpiar cuando quiera -exclamó casi tartamudeando, y tomando su saco escapó de ahí sin haber apagado la computadora.
La gorda lo vio huir y se sintió feliz.
Su hombre se hacía "el difícil", estaba armando un jueguito previo y ella como toda mujer sabría sortear los obstáculos. Por su forma de mirarla estaba segura que lo había impactado.
La próxima noche de limpieza... no se le escaparía tan facilmente.

continuará

miércoles, 14 de abril de 2010

TODO POR AMOR (primera parte)


No entendía tamaña suerte.

Estaba sentada frente al mercado, en un sucucho de mala muerte, tomándose una cerveza helada y lo vio pasar.

No esperaba verlo ese día y por esos lugares.

Él siempre tan pulcro, con ese cabello rubio y semi ondulado, con esos ojos color miel y vestido con traje y corbata.

Camisa blanca, corbata oscura, piel clara, la exégesis de la perfección.

Se limpió la boca con la manga de la camisa porque creía que se estaba babeando pero de todas maneras no había otra forma para contemplarlo. Con la boca abierta y un hilo de baba cayendo en la mesa.

Levantó su cuerpo pesado y le hizo señas al mozo de que ya volvía. El muchacho la conocía y sólo le hizo un ademán de asentimiento.

Se limpió un poco las manos roñosas sobre el pantalón gastado y se pasó los dedos por el pelo ondulado, grueso y amarronado, arrastrando nudos.

Se sintió el olor de la remera a la altura de la axila y apestaba, pero quería verlo de cerca y que él la viera.

Cruzó corriendo, él estaba parado en el cordón de la vereda esperando el rojo para cruzar, ella se detuvo dos pasos detrás de él y cerrando los ojos... lo olió suavemente.

Olía a placer.

Se puso a su lado y lo miró.

El muchacho rubio, tal vez llamado por aquellos ojos se dio media vuelta, la miró y le sonrió.

El semáforo dio el pase y continuó.

La mujer robusta, desalineada, sucia y poco afable quedó suspirando en una nube de ensueños.

¡Le había sonreído! ¡él ya sabía que ella vivía!

Ahora faltaba que supiera que existía sólo por él y para él.


continuará

jueves, 8 de abril de 2010

¿QUIEN NO TE DEJA DORMIR?


Mira en el bolsillo de su chaqueta y sonríe. Mete la mano y la saca.
Sonríe.
El bolsillo tiene un seguro, prende el botón, teme que se sienta aprisionado, lo vuelve a desprender. Abre el bolsillo, mira, sonríe. Lo deja semi abierto.
Llega al bar y se sienta en la barra que da a la calle ante un ventanal inmenso por donde entra el sol. Se siente espléndida. Esa tarde es aun más bella que el sol.
Se acerca el mozo y le pide una coca cola con hielo, lo piensa y se retracta... mejor una naranjada.
Abre el bolsillo de la chaqueta y mira.
Suspira.
Sonríe.
El mozo se acerca y no puede más que sonreír al ver tan espléndido rostro en aquella mujer.
-Estoy de festejo- le aclara
-¡Me parece muy bien! ¿y puedo saber que festeja?
-Hace una semana que no puedo dormir, me despierto en mitad de la noche con ruidos en la casa. Primero pensé que eran pasitos, como de rata, diminutos y poco audibles, pero que llegaban a despertarme y me molestaban.
Opté por poner veneno en cada rincón y al principio creí que me había librado de ella porque las raciones desaparecían al día siguiente. Pero los sonidos persistían.
A los dos o tres días ya eran como saltitos alrededor de mi cama, luego me despertaba destapada con las sábanas en el piso, tiritando de frío.
Me levantaba, prendía la luz y buscaba, pero nada... siempre nada.
La mas absoluta soledad y silencio cuando el foco iluminaba la habitación.
El sexto día me acosté preparada y cuando los sonidos comenzaron, prendí la linterna que había escondido entre las colchas y pude ver algo extraño que se metió bajo la cama.
Tuve miedo. ¡Dios sabe que me temblaba el cuerpo cuando miré bajo la cama!
Pero sólo había una remera tirada que nunca hice a un lado porque me parecía ridículo que hubiese algo allí. Una rata si. Pero lo que había visto distaba mucho de ser un roedor.
Desde ese momento, todo cambió. Creo que se sintió ofendido por haber sido burlado y visto. Todo lo que cocinaba me hacía mal y estoy casi segura que es porque me envenenaba los condimentos. Me quería matar. Pero fui mas lista que él y esta tarde lo capturé. Casi pierdo los ojos, si no fuera por los lentes creo que me los hubiese comido.

El mozo la miraba incrédulo sin saber si reír o llamar a seguridad.
-¡Qué buena historia! ¿Quiere algo más con su naranjada?
-¿No me crees?
-¿Debo hacerlo?- rió él de buena gana.
-Lo tengo en mi bolsillo... es un duende. El muy maldito que no me dejaba descansar... era un duende.
-Quiero verlo- la desafió
Ella frunció el seño y apretó la mano contra el bolsillo de su chaqueta.
-Podría ser peligroso.
El mozo largó una carcajada y volvió a su labor.
A los 15 minutos se dio cuenta de que ella ya no estaba y había dejado el pago junto al vaso vació.
Se acercó a levantarlo y encontró una servilleta doblada en varias partes con una notita que decía "CUIDADO CON EL DUENDE QUE A MI POR POCO Y ME MATA"

Con una sonrisa pícara desdobló el papel y un ser diminuto le salto a la cara con los dientes puntiagudos listos para devorarle los ojos.

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