Monstruos que retozan en este sitio:

miércoles, 26 de diciembre de 2012

lunes, 24 de diciembre de 2012

navidad

Escarcha fue bautizada y criada católica, pero mira hacia otro lado cuando pasa cerca de iglesias.
No tolera la violencia que genera algo que tendría que desencadenar solidaridad, paz... o al menos sonrisas.
No le busca demasiadas explicaciones, después de todo su misantropía le impide acercarse a la gente y cuestionar:
-oiga usted, ¿alguna vez se dio cuenta de que la historia enseña otra cosa que lo que está haciendo? mire al niño que lo molesta en la calle, son muchos, haga algo.
-¡hace calor! y usted se queja, mire sobre su hombro, ¡cuantos niños obligados a trabajar bajo el sol!
-¿tiene frío aun con tanto abrigo caro encima? hay gente cianótica muriéndose de a poco en la misma vereda donde vive.
Escarcha se esconde debajo de la cama en tiempos de fiesta, no le gustan las fechas que no comprende.
Ella es antisocial, no logra juntarse con los pocos que la aceptan tal cual es, prefiere cerrar los ojos y simular que no existe. Se muerde las garras y aúlla a las 12 de la noche, vestigios de una cultura de antaño le llegan de golpe, rompiéndole la poca cordura que le queda y que atesora guardándola en una maceta rota: no recuerda que le enseñaran sobre un gordo de rojo, era algo relacionado con un niño... pero no le presten atención, tal vez lo que recuerda es de otra vida.
Escarcha ya no está en estos momentos, si tuviera que buscarla me tendría que ensuciar la ropa, tirándome debajo de los muebles para encontrarla, pero dejó una nota, es escueta, supongo que muy en el fondo necesita sentirse parte de todos ustedes.
El papelito dice:
¡FELIZ NACIMIENTO!

sábado, 1 de diciembre de 2012

Ser hembra


El médico les explicó que cuando Juana tropezó, se golpeó la cabeza ocasionando un trauma menor en el lóbulo temporal que podría traer aparejado dolor en la zona comprometida y otros efectos adversos que eran realmente nimios, dado que el golpe no revestía gravedad.
Cuando la niña despertó, encontró el rostro de su madre, le dedicó una sonrisa y pronto la mirada comenzó a perderse. La pupila se desplazó de un lado al otro de la habitación, pareciendo encontrar miles de rostros. Juana comenzó a agitarse y tuvo su primera crisis nerviosa, que se repetiría durante ese mes, cada vez que despertaba.
La mantuvieron bajo potentes sedantes y la medicina fue reducida recién al quinto mes, cuando sus funciones neuronales comenzaron a restablecerse.
Un 19 de agosto, a las tres de la tarde, luego de un suspiro largo y casi doloroso… despertó. La trataron como a una muñequita de porcelana, con todos los cuidados que una niña herida pueda necesitar. Juana dejó de ser alegre. Se convirtió en un ser gris, depresivo, aletargado casi, casi, envejecido.
Aquella tarde, la madre, cansada de mirar en silencio, decidió hablar con la niña y tratar de sanar su alma. Intuía, o tal vez, tenía la esperanza que luego de una charla íntima los demonios podrían desaparecer.
-¿Dónde estuviste? –le susurró abrazándola y la pequeña comprendió que había llegado el momento de expulsar sus nuevos conocimientos, dejarlos libres y liberarse ella también.
-He recordado cosas que no tendría que haber recordado -comenzó y ante la mirada de incertidumbre de la mujer mayor, Juana continuó -he vivido 376 vidas, tuve 400 hijos, maté a 100 de ellos, 30 niños murieron en mi vientre y me morí con ellos después. ¡Amé a tantos, odié a tantos otros! ¡Fui violada, asesinada, asesina! ¡Hembra en todas las vidas! ¡Mierda! ¡Hembra siempre! -la niña lloraba a lágrima viva y la voz iba creciendo en volumen e histeria -Me duele el pecho, madre, el vacío que tenía lo he llenado con tantas vidas que estoy desbordada. Ojala pudiera cerrar los ojos y dejar de observar los rostros. Olvidarlos. ¿Ser hembra es un solo derrotero? ¿Ser hembra me hace partícipe necesaria de la tragicomedia de la creación? Recuerdo a todos… ¿ellos me recordarán? Me duelen mis hijos, me duelen en las entrañas.
La mujer se levantó confundida y retrocedió un paso, Juana lo percibió y se aferró a ella, fuerte primero, luego con saña, arañándola, golpeándola.
-Amé a mis hijos, odié a mis hijos. Aborté a tantos. Destrocé a otros castigándoles con brutalidad. Permití que mis hombres los amaran y que abusaran de ellos también. No quiero ser mujer, ya no más. He intentado ocuparme del arte, de la medicina. Fui bruja, científica, filósofa… pero siempre caí en la tentación de la creación o me obligaron a ser parte –Se serenó un momento, dándole tiempo a su madre para que se arrastrara a esconderse bajo la mesa. La mujer grande nunca emitió algún llamado de auxilio, sabía que el desquicio de su hija necesitaba de una víctima para descargar su furia… y ella estaba para eso.
-Fui una madre sobre protectora de un loco que se auto proclamó “el salvador” y después de correr por detrás de él, cuidando su espalda, lo mataron y me devolvieron sus restos con cruz incluida. Sabía que su megalomanía era mi culpa por criarlo diciéndole que era único y tan perfecto como sólo podía serlo un descendiente de algún Dios, la histeria colectiva habló de resurrección, pero yo sé que todo terminó ese día. -Respiró profundo, lo meditó un momento y continuó -Quedan residuos en el inconsciente que nos obligan a actuar de diferente manera en las siguientes vidas. Por tal motivo cuando el ciclo comenzó de nuevo me dedique a mi misma, hice de mi cuerpo un templo de placer, caí rendida a los pies de cuanto alucinógeno me permitió evadir la realidad y abandoné al niño que mamó de mi intolerancia. Creció, creó su secta y con esa voz dulce y la mirada penetrante los doblegó a tal punto que cometieron horrores en su nombre sin que él se ensuciara las manos. Los mantuvo junto a él como ovejas sólo para que le dieran el amor que le negué. ¡Pobre mi Charles, tan chiquito y tan sanguinario! He creado monstruos, pervertidos, sociópatas, genocidas y los he amado como al más puro de los profetas, pero también desestimé a tantos otros, tratándolos como a la más inmunda de las parias –Corrió desesperada tras el cuerpo de su madre y siguió golpeándolo sin percibir que estaba tirada, laxa, perdiendo tibieza y color.
-Mamita- gimió y se recostó a su lado, más tranquila tras la catarsis, dedicándose a besarle los labios morados – ¡Hembra, ya no!
Y tomando las tijeras con las que la muerta le había fabricado los vestidos más hermosos, se produjo heridas lo suficientemente profundas como para inutilizar no sólo su útero, sino también coartar su vida… luego de un leve suspiro dejó de respirar y comenzó a latir en un embrión, que la naturaleza impiadosa, brutal, sarcástica, dotaría  en el par 23 con el cromosoma ¡XX!... hembra, ¡otra vez!
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