Monstruos que retozan en este sitio:

sábado, 30 de julio de 2011

Caníbal


No me gusta la palabra caníbal, no me gustaría que alguien me tildara de "caníbal" me suena a andar en bolas y con un hueso atravesado en la nariz.
Nada más lejano a lo que soy.
He evolucionado, conservo de mis antecesores su sabiduría, su condición innata por proteger la especie y preservarla. Me desplazo con el tiempo, no me quedo anclado en tradiciones que no tienen lógica, no me verás correr en cueros por medio del monte con la flecha envenenada y el arco tenso. Tengo los pies delicados, demasiado acostumbrados a las Adidas. Mi piel no soportaría el calor o el frío, uso cremas nutritivas y remeras de algodón. Llevo chaqueta simil cuero y vaqueros de marcas conocidas. Mi piel oscura no está ajada y las uñas están perfectamente esculpidas. Disto mucho de mis antecesores y es por eso que la palabra caníbal me suena a estirpe desaparecida o a esquizoide traumatizado. Prefiero el termino antropófago. Suena a actual. A persona que decide una línea de vida y la lleva a cabo sin caer en el sadismo y mucho menos en actitudes bestializadas o primitivas.
Si considero que tienes los tips necesarios para formar parte de mi dieta (léase estar bien nutrida, no fumar ni consumir sustancias prohibidas, haber tomado aunque sea una vez en los últimos 5 años, ácido fólico y vitaminas E, B y C) seguramente te seduciré, trataré de que caigas bajo los efectos hipnotizantes de mis ojos negros y mi sonrisa de dientes perfectamente cuidados.
Te hablaré de amor si intuyo que sos una niña adorablemente enamoradiza, o de El Origen de la Tragedia si veo que sos del tipo Nietzscheriana. Te invitaré a tomar un café en mi departamento o un whisky en la terraza. Cuando no lo esperes, el somnífero depositado en lo que estés bebiendo surtirá su efecto y por un tiempo razonable... serás mía.
Pero no temas, sólo tomaré lo que necesito, no soy un sexopata ni un maníaco depravado.
Te mantendré con un suero y tomaré precauciones con algunos antibióticos para evitar alguna infección. El tiempo que dure estarás dormida y no sufrirás... ¡no soy un sicótico!
Me alimento como el resto de los mortales lo hace: arroz, fideos, papas, batatas, acelga, lechuga, frutas, tengo una dieta variada y rica en proteínas y vitaminas, eso sí, la carne que consumo es humana, que como mis antecesores me enseñaron, no sólo me provee de nutrientes, sino de la esencia que el alma deposita en el cuerpo. Tus sueños y vivencias por un tiempo corto también se interpondrán en mis pensamientos.
Luego te dejaré ir, ¡no soy un asesino, valoro la vida!
Si sos diestra comeré tu brazo izquierdo y si practicas algún deporte trataré de no consumir alguna de tus piernas. Si aun no has tenido hijos, me privaré del exquisito manjar de alguna de tus mamas (es que verdaderamente son exquisitas, nunca probé carne más tierna). Como verás, no soy un hombre dañino.
Ahora si, veo en tu rostro la mezcla de horror con asombro e incredulidad propia de las presas que ya son parte del efecto somnífero de las pastillas inoculadas a escondidas.
Duerme, niña. No se tu nombre, nunca los averiguo.
No creo que sea adecuado empatizar con la comida.

Mi tierna lectora o lector: no te horrorices ni te sonrías incrédulo, nunca te sientas seguro detrás de tu computadora, algún día podría aparecer como un nombre en tu facebook y seguramente ¡veré la forma de conquistarte!

martes, 26 de julio de 2011

El vigilante


Los pocos amigos que tenía le aconsejaron que no tomara el trabajo de sereno en la torre que se estaba construyendo al sur de la ciudad. Los que aceptaban, eran algunos desprevenidos que no duraban más de 4 horas en sus puestos de trabajo y estos desaparecían o se presentaban en la madrugada para renunciar. Pero él era distinto, a él no le asustaban los cuentos de fantasmas, ni almas en pena y mucho menos apariciones blanquecinas, humanoides, quejosas, lloronas, abúlicas, chatos esfuerzos de niños desocupados que no tenían mejor travesura que asustar a los pobres crédulos que huían ante el menor sonido falto de explicación.
Él era distinto... ¡y vaya que lo era!
Se presentó a las 22 horas luciendo su flamante traje de sereno, cuidador, vigilante. Todo a la vez. La paga era buena. La historia de apariciones se había esparcido en varias direcciones y no abundaban los valientes. ¡Mejor para él!
Lo primero que hizo fue indagar en las instalaciones. La torre sería de gran porte, con habitaciones espaciosas y amplios corredores bien iluminados. ¡Si, una vez terminada sería hermosa!
Los primeros sonidos surgieron de arriba, estaba por sentarse cuando los escuchó y una sonrisa cómplice le cruzó el rostro.
Subió las escaleras que aun carecían de pasamanos, apoyándose en la pared. Alumbrando los escalones del ultimo piso con su pequeña linterna. La electricidad en esa zona aun no había sido instalada. Pero a él le gustaba la oscuridad. Él era distinto a los demás.
El sonido era perfectamente audible, es más, daba la sensación que el que lo estaba ocasionando no se ocupaba por disimular su estadía. Sonaba a una tapa de cemento que se corría.
-Una tapa- pensaba mientras trataba de cerciorarse sobre la dirección a seguir.
El objeto que se corría cayó provocando eco.
-Los tanques de agua- se dijo mirando el techo. Con paso tranquilo y sin dudar se dirigió a la escalera que lo llevaba a los tanques y esperó abajo, iluminando los peldaños, esperando sin impaciencia a que bajara quien intentaba asustarlo.
Quien producía los sonidos no se hizo esperar.
Bajó con los brazos primero, moviendo la cabeza grisácea de una lado al otro, rotando los ojos amarillentos en las órbitas que le cubrían el 80% del rostro, arrastrando por ratos la lengua que sobresalía angosta y babeante unos 60 cm fuera de la boca.
El vigilante no había dejado de alumbrarlo en su descenso, pero esto no hizo mella en el ente, que se dirigía hacia él seguro y siseante, pesado y hambriento.

A las 8 de la mañana terminaba su turno.
Cuando se presentaron los obreros el vigilante pidió hablar con el capataz y le aconsejó que no tomaran del agua que se acumulaba en los tanques por que tenía un sabor extraño. Que esa noche con más tiempo, él los limpiaría.
Entregó las llaves y se fue tranquilo.
El capataz no logró prestarle atención, el detalle en la vestimenta del sereno le causaba gracia y lo desconcentraba. No entendía como la noche anterior el traje de vigilante le había quedaba perfecto y ahora los botones estaban reventados dejando entrever un abultado vientre fláccido y abarrotado de carne fresca.

Al vigilante, los espantos o monstruos no le asustaban... lo saciaban.

martes, 19 de julio de 2011

¿Vivir o permanecer?


-No me juego la vida, en realidad estoy jugando mi salud mental- comenta, sentado sobre un montón de tierra, apoyando el mentón en el cabo de la pala, mirando el cielo mientras medita.

-Son cosas de la vida. Nos dedicamos a esto, está escrito.

-Y quien lo ha escrito?- pregunta sublevándose

-El destino- contesta agitado el otro, desde el agujero, sin dejar de cavar.

-Cada vez que hago esto, siento que me estoy comprometiendo un poco más con el diablo. ¿Qué va a ser de mi cuando no me necesiten más, cuando decidan dejarme dormido? ¿A mi también me van a usar para vaya a saber que cosas? ¡No quiero que usen mi cuerpo en aberraciones!

-Entonces, que te cremen- le escupe el otro mientras rompe la madera con un pico.

El olor se hace palpable.

-No me has ayudado en nada- se queja cansado el del agujero, mientras intenta respirar con la boca.

-Creo que me voy a retirar de esto.

-Como vos quieras- responde cansado mientras se queda mirando el cuerpo que acaba de salir a la superficie, cree reconocerlo, y al hacerlo intenta en vano cubrir el rostro con su abrigo.

-ya lo vi, es mi hermano.

-no te pongas mal, ¡al menos vos estas vivo!

-¿Esta vida es consuelo? ¿Cuanto daño más haremos sólo por mantenernos en este mundo? ¿A cuantos profanaremos por unos años más? ¿Amo la vida o estoy enviciado con permanecer?

-no te pongas filosófico, nos están esperando con la mercadería.

Sacan el cuerpo entre los dos y lo arrastran hasta la puerta lateral del cementerio. Lo suben a la caja de la camioneta y reciben la paga, un frasquito negro con el elixir que necesitan para seguir despiertos.

-Yo paso- le dice mientras desecha el suyo tirándolo entre los yuyos.

El amigo abre grandes los ojos y sigue observando como el líquido desaparece, absorbido por la tierra, despertando algunas hormigas y larvas muertas.

-te queda poco tiempo ahora ¿decime que hago con vos? ¿Tengo que cavar de nuevo?-le recrimina

Pero el otro se sienta en el piso y cae de bruces.

Habrá que cavar otra fosa en un rincón del cementerio.

Es el segundo compañero que pierde en lo que va del año, no entiende como prefieren la oscuridad a un simple trabajo de desenterrador.

domingo, 10 de julio de 2011

los candados del colegio

Dedicado a D.G.


Brevetta se sumergió en el monólogo y ellos bucearon por el respetuoso silencio que era reservado sólo a aquellos profesores que lograban desligarse de su personaje de malo con batuta y se arriesgaban a convertirse en un par, con unos años más.

La magia caía en cuentagotas produciendo angustia y miedo con sensaciones térmicas de bajo cero.

La historia que les contaba era tan antigua como el colegio y los condimentos que las distintas voces le agregaron a través de los años la habían macerado hasta convertirla en un exquisito manjar de horror.

Las puertas escondidas en la parte trasera del edificio y fuertemente protegidas con candados encerraban turbios accidentes biológicos de sus ancestros estudiantiles.

El linaje les pedía revancha, venganza, que la historia saliera a la luz y pudieran sus nombres descansar en la paz de los inocentes, de los erróneamente involucrados, porque los grotescos resultados de las clases de biologías habían estado supervisado por profesores que prefirieron esconder los resultados y poner un candado en la puerta… con la intención de olvidar.

A la historia la habían escuchado con anterioridad (¿o no?) ya sabían que los monstruos más groseros y amorfos se escondían entre la humedad de sus túneles (¿o lo estaban escuchando ahora y lo confabulaban con el tiempo?)

Eliana, Gisela, Diana y Mariana decidieron que no estaban preparadas para la verdad y que las puertas continuarían escondidas en lo desconocido hasta que se graduaran, y más también.

Gastón, Nicolás, Facundo, Franco e Ignacio se prepararon como fieros guerreros, culpándose unos a otros por la puñetera cobardía que se acusaban entre ellos sin lograr nada.

Ninguno se animaría a abrir las puertas, estaban cerradas con el precinto de lo desconocido y continuarían así por varias generaciones.

Se acercaban sacando pecho los valientes, pero el sonido de cuerpos que se arrastraban y deambulaban en la oscuridad les pegaba tan fuerte que retrocedían sintiéndose menos hombres.

Una casa embrujada se alimenta de miedo, si no hay gente que le teme es sólo una casa vieja más.

Con las puertas pasaba lo mismo, si no le temieran no escucharían los ruidos, y los extraños errores de laboratorio podrían seguir sus vidas sin temer que algún día un alumno desquiciado rompa el candado para entrar y sacar a la luz sus vidas tranquilas. Después de todo, ellos, no le hacen daño a nadie, un alumno perdido cada década no despierta sospechas… y la carne dura… la carne sacia… la carne los deja tranquilos en sus escondites imaginarios, en sus existencias poéticas y truculentas. Orgullosos de seguir siendo… las leyendas oscuras del colegio.

lunes, 4 de julio de 2011

Había una vez... un noviembre

Noviembre era su mes sombrío.
Lo extrañaba tanto que cruzaba los treinta días casi sonámbula, sin mirar calendarios, obviando horas, ignorando semanas.
El primero de diciembre comenzaba a revivir con un caminar cansado y los ojos congestionados por la hibernación mental obligada.
Le prendía velas negras durante ese mes nostálgico, casi como sin querer, ya más por costumbre que por otra cosa. No miraba que día era, porque todo noviembre le dolía en las caderas y en los pechos. Tomaba la única foto que lo recordaba y hacía unos pases mágicos, recitaba unas oraciones paganas y pasaba a su siguiente actividad, con ese despliegue de fuerzas exánimes que ponderaba noviembre.
El cinco de diciembre encontró la imagen del amante perdido en una página de fúnebres del diario local y la sonrisa que despertó en sus años no la perdió en los tres meses que siguieron hasta su muerte, cuando decidió que su vacío seguía siendo sórdido y que su amor propio no sanaría hasta verlo de nuevo y pedirle explicaciones por su abandono.
Después de su muerte, durante cada noviembre, aparecen velas negras encendidas en la casa abandonada.

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