Estoy llegando al final de mi historia, necesito que la conozcas, quiero que la cuentes, que todos sepan que no fui culpable, que la vida, el maltrato, que la mierda de este mundo me dejó en este punto.
Acércate lector, no puedo evitar llorar, siente compasión por mi.
Me prometió ocuparse de los fantasmas en la casa, que limpiaría mi hogar y podría volver a dormir en el ropero.
La escuché durante varias noches, la veía entrar y murmurar.
Me acurrucaba en el gallinero y mentalmente seguía sus pasos: seguramente estaría haciendo pases mágicos, enviando oraciones al cielo.
Después de una semana de tranquilidad me decidí a entrar, mi hermana no me dijo que podía hacerlo pero ya no veía al fantasma de mi madre espiándome por la ventana, ni escuchaba el arrastrar de sus pasos por el piso de madera.
Nuevamente me sentí protegida, mi hermana había venido en mi ayuda y espantado los demonios.
La casa estaba en paz.
Me animé a ir hasta la pieza de mis padres, saqué la llave que tenía escondida en una de las habitaciones, quería ver sus cuerpos. ¿Qué habría pasado con ellos? ¿Encontraría sus esqueletos?
No necesité la llave, la cerradura estaba rota, sólo tuve que empujar un poco la puerta y ésta se abrió entre crujidos y vaivenes.
Se asustó al verme, pude ver el terror en las pupilas dilatadas.
Un gigantesco nido coronaba la habitación, en el medio dormitaba un bebe, mi madre lo cuidaba próxima.
Recorrí con la mirada todo el habitáculo.
En una esquina, cubierto con un material que a simple vista parecía cemento, se encontraba el cuerpo de un hombre... seguramente el de mi padre.
¿Qué había pasado? ¿Por qué el fantasma de ella seguía ahí?
Me acerqué para tocarla pero huía de mi mano. La seguí un par de metros y desistí de la idea cuando los quejidos que daba, al arrastrarse, elevaban la voz hasta semejar gritos. Parecía real, el fantasma parecía de carne y hueso.
¿De quien era el niño? ¿Qué hacía ella cuidándolo?
El crío olía a animal sucio. Seguramente era del pájaro inmundo que se desplazaba por los árboles. De la mujer traicionera que me había hecho creer que vigilaba mi vida, que me cuidaba.
No lo estaba haciendo por mi. ¡Se deshacía de los que me molestaban pero sólo para que no llegaran hasta la casa que protegía su cría!
De pronto me sentí sola de nuevo, ni siquiera el fantasma espiaba mi humanidad con el fin de cuidarme, seguramente lo hacía para saber donde estaba, para que no entrara a la casa.
Cuanta rabia y dolor sentí al hallarme nuevamente marginada, evadida, desterrada. Mi vida era un ostracismo eterno.
Recuerdo destrozar el nido, recuerdo los gritos del fantasma y el llanto del niño.
El odio.
El abandono.
La vida con hambre, con susto, con la miseria licuándome los huesos.
Hace unas horas escuché sus alaridos graves, inhumanos, seguramente llegó a la casa y encontró lo que dejé.
Debe estar sufriendo, odiándome. Se quedó sola. Ahora está como siempre estuve yo.
Shhhhhh!!! escucho que los árboles se mueven. Sálvate, escóndete... ¿tienes un lugar en donde pueda esconderme?
No siento pena por ella. Nunca nadie la sintió por mi.
¿Aun estás ahí? No me cierres la puerta, dame caramelos, pan duro, una palmada en la cabeza. Cuídame, por favor.
FIN