Monstruos que retozan en este sitio:

jueves, 22 de noviembre de 2012

Silencio (final)

Acércate, escucho pasos, no respires lector, que no nos escuche.
Estoy llegando al final de mi historia, necesito que la conozcas, quiero que la cuentes, que todos sepan que no fui culpable, que la vida, el maltrato, que la mierda de este mundo me dejó en este punto.
Acércate lector, no puedo evitar llorar, siente compasión por mi.
Me prometió ocuparse de los fantasmas en la casa, que limpiaría mi hogar y podría volver a dormir en el ropero.
La escuché durante varias noches, la veía entrar y murmurar.
Me acurrucaba en el gallinero y mentalmente seguía sus pasos: seguramente estaría haciendo pases mágicos, enviando oraciones al cielo.
Después de una semana de tranquilidad me decidí a entrar, mi hermana no me dijo que podía hacerlo pero ya no veía al fantasma de mi madre espiándome por la ventana, ni escuchaba el arrastrar de sus pasos por el piso de madera.
Nuevamente me sentí protegida, mi hermana había venido en mi ayuda y espantado los demonios.
La casa estaba en paz.
Me animé a ir hasta la pieza de mis padres, saqué la llave que tenía escondida en una de las habitaciones, quería ver sus cuerpos. ¿Qué habría pasado con ellos? ¿Encontraría sus esqueletos?
No necesité la llave, la cerradura estaba rota, sólo tuve que empujar un poco la puerta y ésta se abrió entre crujidos y vaivenes.
Se asustó al verme, pude ver el terror en las pupilas dilatadas.
Un gigantesco nido coronaba la habitación, en el medio dormitaba un bebe, mi madre lo cuidaba próxima.
Recorrí con la mirada todo el habitáculo.
En una esquina, cubierto con un material que a simple vista parecía cemento, se encontraba el cuerpo de un hombre... seguramente el de mi padre.
¿Qué había pasado? ¿Por qué el fantasma de ella seguía ahí?
Me acerqué para tocarla pero huía de mi mano. La seguí un par de metros y desistí de la idea cuando los quejidos que daba, al arrastrarse, elevaban la voz hasta semejar gritos. Parecía real, el fantasma parecía de carne y hueso.
¿De quien era el niño? ¿Qué hacía ella cuidándolo?
El crío olía a animal sucio. Seguramente era del pájaro inmundo que se desplazaba por los árboles. De la mujer traicionera que me había hecho creer que vigilaba mi vida, que me cuidaba.
No lo estaba haciendo por mi. ¡Se deshacía de los que me molestaban pero sólo para que no llegaran hasta la casa que protegía su cría!
De pronto me sentí sola de nuevo, ni siquiera el fantasma espiaba mi humanidad con el fin de cuidarme, seguramente lo hacía para saber donde estaba, para que no entrara a la casa.
Cuanta rabia y dolor sentí al hallarme nuevamente marginada, evadida, desterrada. Mi vida era un ostracismo eterno.
Recuerdo destrozar el nido, recuerdo los gritos del fantasma y el llanto del niño.
El odio.
El abandono.
La vida con hambre, con susto, con la miseria licuándome los huesos.

Hace unas horas escuché sus alaridos graves, inhumanos, seguramente llegó a la casa y encontró lo que dejé.
Debe estar sufriendo, odiándome. Se quedó sola. Ahora está como siempre estuve yo.
Shhhhhh!!! escucho que los árboles se mueven. Sálvate, escóndete... ¿tienes un lugar en donde pueda esconderme?
No siento pena por ella. Nunca nadie la sintió por mi.
¿Aun estás ahí? No me cierres la puerta, dame caramelos, pan duro, una palmada en la cabeza. Cuídame, por favor.


FIN

martes, 20 de noviembre de 2012

Silencio (3° parte)

Hice sólo la mitad del jardín de infantes, luego me negué rotundamente a volver. Mis padres no lo cuestionaron, tenían demasiados problemas en conseguir el sustento diario como para preocuparse por caprichos de niños... lo cierto es que no me gustaba jugar a las "tocaditas" con el conserje, pero él insistía. Mi hermana, a fuerza de golpes, me sacó la verdad.
Hace dos meses aproximadamente, un viernes a la noche, lo encontraron frío y duro a la orilla del río con su caña de pescar al lado y un pescado que había comenzado a podrirse antes que él.
"Horriblemente mutilado" gritaban las viejas del barrio y yo lo repetía para mi misma, en el gallinero bajo las mantas, cuando supe quien era.
No lo relacioné con ella hasta la tercera muerte.
El conserje, la niña que me tiraba piedras cuando pasaba por la vereda de la casa, el perro que me mordió la oreja cercenándola.
Elucubré que me defendía, que era mi ángel protector e iba de noche a visitarla, me acurrucaba a unos cuantos árboles de distancia de donde ella descansaba, y le contaba mis problemas.
El panadero no quería darme pan duro... ¡muerto! La vieja de la calle 64 me insultaba, gritándome PUTA, cuando me encontraba con su hijo jugando a las "tocaditas"... ¡muerta la vieja!
Una noche, estaba por entrar al gallinero cuando sentí un pequeño ruido en la ventada, era ella, nuevamente me espiaba... el fantasma de mi madre, demacrado, ojeroso, con los huesos del rostro casi rompiendo la piel avejentada. Me escondí debajo de las mantas y lloré un poquito hasta que me tocaron el hombro. El susto que me llevé no me fue ni siquiera comparable con el horror de verla junto a mí, extendiendo la mano.
-Hambre -murmuró, y haciéndola a un lado corrí como una poseída para que mi hermana me defendiera, para que arreglara el problema que me aquejaba y que ella misma había iniciado.
-los fantasmas -le grité a la cara, acercándome más de lo que ella me tenía permitido, tragando saliva cuando  me percaté de que el rostro tenía pocos rasgos humanos, espantándome ante la idea de que mi hermana tal vez había muerto hacía mucho y yo hablaba con un monstruo queriendo creer que era ella -se hicieron quedar la casa y ahora quieren mi gallinero. Necesito mi lugar, no puedo dormir en la calle. ¡Ya les di la casa, que más quieren! -y me senté en el lugar a desahogarme.
Sabía que me observaba. No se acercó a darme consuelo. Rezaba que no lo hiciera, el engendro en el que se había convertido no sólo producía pavor, sino que su olor era nauseabundo. Olía a carne podrida, a animal sucio. Olía a muerte.
-¿Está viva? -me cuestionó con voz gutural, grave, flemática.
-No, son fantasmas -afirmé.
De soslayo la vi acercarse y el corazón se me encogió en el pecho.
-Decidiste matarla una vez, ¿y ahora quieres que la mate de nuevo? ¡Es tu madre!
Sentí que me estaba culpando por algo que hice, pero que no planee. Ella quería "evolucionar", ella quería sacarse de encima los obstáculos, ¡ella me lo había pedido!, no había usado la palabra correcta, pero sabía de que hablaba. Mi madre aquejada siempre con dolores y mañas, advirtiéndome sobre tantos peligros que no habría vivido si la escuchaba, regañándome siempre, gritando continuamente lo mala hija que era. Nos habíamos criado juntas, apoyándonos la una a la otra porque esa mujer no servía como madre. Era un obstáculo, lo había eliminado y ahora ella me lo sacaba en cara. Yo sólo había acatado ordenes.
Cuando la miré para cuestionarle su actitud tenía una mirada extraña...

¿Sigues comprendiéndome lector? ¿Aun me quieres? ¿Logras ponerte en mi lugar?
Olvida parámetros sociales (por favor), siente empatía por mí. Soy un ser abandonado.

continuará






sábado, 17 de noviembre de 2012

SILENCIO (2ª parte)

Cuando me convenció cerré con llave la puerta donde convalecían y ya no volví a entrar con los platos de sopa y sus vasitos de agua.
Los escuché llamarme, implorarme, insultarme, amenazarme. Cada día cambiaban el método de dirigirse hacia mi. Y cada una de sus metodologías hizo mella, me sentaba en el patio y aunque el sonido de sus voces enfermas y debilitadas ya no me llegaba, igual me tapaba los oídos en una frustrada esperanza por acallar sus voces en mi recuerdo.
Cuando la casa quedó por fin habitada por silencios, ella decidió partir, mi desesperación me llevó a seguirla hasta el bosque e implorar por su retorno. Me ordenó que me marchara y siguiera con mi vida.
Ella necesitaba continuar con una nueva etapa de evolución, su ciclo de humana servicial y plenamente amoldada a la rutina social se terminaba.
Dormía en un hueco que había cavado debajo de un gigantesco árbol, de madera rojiza. Se alimentaba de orugas y lombrices. Desde lejos, escondida en el monte, la veía tragar, vomitar y volver a intentarlo hasta que pasados unos días el organismo se acostumbró a la nueva dieta. La observé doblarse, entre quejidos, tomándose del vientre y supuse que se retorcía de dolor. Tres o cuatro veces me acerqué con la intención de ayudarla y siempre me golpeó, lanzándome rocas con tanto tino que terminaba en mi casa, escondida en el ropero, lamiéndome las heridas.
Perdió mucho peso. Al mes comenzó con el siguiente paso, subía al árbol, agitaba los brazos desnudos y esqueléticos. Se tiraba intentando volar. El cuerpo perdió su forma por los huesos quebrados que  fusionaban de manera anormal. Nunca vi persona tan decidida a sufrir una metamorfosis antinatural. Sólo ella podía soportar tanto dolor tras un objetivo que creí imposible. Supuse que en algún momento me internaría en el monte y la encontraría desnucada junto al árbol o muerta de inanición. Ni lo uno, ni lo otro pasó.
La mutación fue lenta y abominable. Los años la convirtieron en un ser enjuto, lampiño. De noche, corría veloz, doblándose las piernas en tres nuevas articulación, se trepaba a los árboles con una ligereza espantosa y se desplazaba por las alturas, planeando de una copa a la otra. Emitiendo alaridos que me provocaban dolores de estómago. Para esos tiempos ya no dormía dentro de la casa, me quedaba donde supimos tener un gallinero y dormía debajo de unas mantas raídas. Los fantasmas habían copado todo el territorio del hogar y se desplazaban arrastrando los pies, increpándome. Desaparecían los pedazos de pan duro que conseguía en la calle y se comían hasta los caramelos que me regalaba el hombre de la esquina, a cambio de un poco de sexo pervertido, en el baño de su casa.
¿Van sintiendo compasión por mi?  ¿Se están dando una idea de cuanto sufrí?
Necesito que entiendan por todo lo que pasé para que luego comprendan... ¡lo que hice!

continuará

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Silencio (1ª parte)


Este texto tendrá que ser leído en voz muy baja. Si lo lees mentalmente trata de hacerlo bajo las mantas de la cama, que tus pensamientos no sean escuchados, que no floten en el aire porque ella podría olerlos y quien estaría en problemas sería yo, por contarte de su existencia.
Cuida mi vida lector, que estoy por cuidar la tuya.
Cierra las ventanas, estás por enterarte del horror que sobrevuela en las noches nubladas.
Ella quería ser un pájaro, pero no por los motivos que estarás imaginando, nada que ver con ansias de libertad y poemas de mujeres que buscan realizarse y romper yugos.
Ella siempre se sintió distinta y con los años no mejoró.
Una mañana decidió que cambiaría, tras estudiar libros de biología y anatomía humana llegó a la conclusión que los años y la sabia naturaleza, mutarían su cuerpo, convirtiéndola en lo que anhelaba.
Siendo mi única compañera en la vida, le suplique que abandonara esa idea y que siguiera viviendo conmigo… pero no le importó dejarme sola, en el abismo de una casa poblada de fantasmas. No podía dormir escuchando los ubicuos pasos de mis padres muertos.
Las primeras noches me escondía debajo de las mantas y dormía casi asfixiada, dejando un hueco sólo para respirar. Llegué a pasar la noche debajo de la cama... últimamente duermo encerrada en el ropero.
A veces me pregunto: Si abría la puerta imprevistamente… ¿los habría encontrado, viejos y famélicos, como la última vez que los vi? ¿O era el miedo que me jugaba una mala pasada? (tal vez fuera la necesidad de expiar mi alma).
¿Alguien comprendería si les dijera que todo lo hice para no quedarme sola?
Ellos tan enfermos, prontos a abandonarme y ella incitándome a dejarlos librados a su suerte para que no obstaculizaran nuestra “evolución”, si hubiese entendido de que hablaba, seguramente los habría cuidado más. Ahora estoy sola. ¿No es deber del hermano mayor, cuidar del menor? ¿Me entienden? No me odien.
A cambio de un poco de condescendencia les contaré lo que hizo y tal vez, al contarlo, pueda olvidarme de los pasos en el piso de madera, de los quejidos, los llamados de auxilio, los lamentos y llantos por hambre.
Tal vez si ustedes entienden que todo lo hice por este terror inefable a la soledad, ellos también lo comprendan y dejen de torturarme durante las noches.

continuará
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