Majo tenía 15 años cuando se encontró con la gitana sentada en el piso,
mareada por un golpe de calor. Se arrodilló a auxiliarla, le dio agua, la hizo
sentar en la sombra y se quedó junto a ella hasta que se sintió mejor. La mujer,
de edad avanzada, se limpió el escote con un pañuelo turquesa y cuando le tomó
la mano para levantarse se sintió sobresaltada.
-¿cómo te llamas?- le preguntó en el aire, sin estar parada, sin estar
sentada.
-Majo- le respondió la chiquilla haciendo esfuerzo para no tirarla, afanándose
para que la mujer terminara de levantarse.
La gitana se le acercó y le examinó la frente, las orejas, el cuello.
Majo se dejaba hacer, asustada, esperando con ansias el momento de la
despedida.
-Majo- le dijo poniéndole una mano sobre el hombro, dejando en blanco
los ojos, temblando quedo, babeándose por la comisura derecha del labio-
Majo, la de amarillo no es quien crees, ella se acerca durante el día de los
santos, pero te quiere llevar al día siguiente. Majo, no le temas, no le gustan
las personas cobardes, a ellos se los come en pedazos pequeños para que no le
caigan mal al hígado. Los encierra y luego los digiere mientras toma el ómnibus
de las tres de la tarde que la lleva a Clodomira.
Cuando la gitana le saco la mano del hombro, se sintió nuevamente
descompuesta, pero la niña optó por no quedarse, le dejó su botellita de agua y
huyó lo más rápido posible. Nunca olvidaría lo que la mujer le dijera. No
entendía el mensaje, pero la forma en que se lo había dicho, tenía mucho de
sobrenatural.
Decidió dejarlo atrás, pero como muchas veces sucede, lo que uno dice
hacia afuera no es lo que sucede en el interior.
Al año siguiente conoció a Marisa, era 1 de noviembre y vestía una
falda amarilla con una remera en color crema, tenía los ojos de un marrón miel
y la piel de una palidez enfermiza, casi amarillenta. Se la presentaron y no
tardó en sentir una atracción extraña, se sentía acosada con su mirada y esa
forma de seguirla la tenía excitada. Esa noche la encontró en un sueño erótico
y con cada caricia que le daba aparecía la vieja gitana susurrando: “la de
amarillo”. El 2 de noviembre la vio cruzar la calle, Marisa se dio vuelta y la
saludó, llevaba una remera azul, jean negro y zapatillas amarillas.
Cada año se encontraron en las mismas fechas, el 1 de noviembre se
acercaba coqueteándole y el 2 se despedía.
Majo tenía veinte años cuando el día estipulado por el destino no pudo
reunirlas, Marisa pasó por su casa pero la madre de la ex adolescente le contó
que su hija se había ido a vivir con un novio reciente. La mujer de amarillo
reaccionó mirando el reloj.
-¿Ya? ¿Tan pronto?- respondió desorientada y la buscó toda esa tarde
para acercarse.
Durante la noche la localizó. Majo estaba cenando con Adrian en un
restaurant pequeño y la vio pasar por la vereda, estaba vestida de amarillo de
la cabeza a los pies, cuando se dio media vuelta para mirarla, tenía los ojos
de un extraño marrón amarillento. Los vellos de la nuca se le erizaron y
prefirió voltear la mirada y fingir que no la había visto. Marisa golpeó el
vidrio y cuando no hubo opción, los ojos se encontraron y ella le señaló el
reloj.
continuará
11 comentarios:
Me encantó el final.
Como siempre, muy buen relato! =)
Y qué idóneo este género para Halloween jejej
Besotess
Escarcha, aquí no se celebra mucho Halloween, pero si vienen niños a llamar a mi puerta les contaré alguna de tus historias! Fantástico final, como siempre :) Un beso!
Ayyyyyyyy!!!!
1) Desde chica le tengo pánico a las gitanas. Me provocan "cuiqui" Es superior a mí!
2) Hace un rato dejamos de ver tele y vengo sensibilizada porque nos matamos viendo pelis de terror!
Y vos me venís con esto?????? Encima me hiciste la historia en partes?????
Por favor, posteá pronto la continuación porque la ansiedad me mata!
Qué habrás elucubrado, cabecita loca?????
Besos brujos, reina! :D
Igual que a Bee, me aterrorizaban las gitanas. Sin embargo en este cuento, que me eriza los pelos, la gitana le advierte un peligro, intenta, creo, proteger al personaje. Aquí la malvada es esa extraña de amarillo, una secuaz de la muerte...
Cuando hacés estos cuentos por entregas me tenés sufriendo durante semanas. Grrrrr.
Estupendo amiga,ya me estoy mordiendo las uñas.
Te dejo un gran abrazo que dure hasta la próxima, querida Escarcha.
¿Cuantas horas faltan para mañana?
No pienses ni mires el reloj.
Besos
Hola Escarcha , muy bueno tu relato ahora solo falta el desenlace , que seguro esta fenomenal , gracias por pasar por mi blog , es un detalle por tu parte un beso de Lm.
Atrapa desde el comienzo, pero ¡no nos podes dejar sin el cierre......!!!!!!!!! Espero ansioso el desenlace...!!!!!!!!!
Odio el color amarillo, lo rechazo hasta en los sabores, golosinas con cobertura amarilla por ejemplo :)
Marisa me hizo recordar la hepatitis que le dio a primo cuando eramos niños, sus ojos era muy amarillos.
Espero con ansias la continuación.
Saludos amiga.
Joder Escarcha!!! Con el repelús que me da el amarillo!!! Por algo sería, por algo sería..........El I no querrá decir el primero de muchos????? La noche de los Finados la llamamos en mi tierra y nos echamos al gaznate unos traguitos de ron y una castañas asadas, luego veo doble, así que será mejor estar atenta a toda mancha amarilla que se me aparezca.
No hay besos hasta la resolución de esta espera!!!
Has logrado captar el suspense hasta el final.
Por algo la gente de teatro detesta el amarillo...
A mí también me da repelús.
Besos, Escarcha.
Parece que se está embrollando con misterio la historia, me paso a leer el resto.
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