“La luna ha sido ultrajada y las tres Marías linchadas en esta noche de mierda, en el oscuro firmamento.
El sol se ha meado encima y saturno pide más vodka, totalmente al pedo, semi recostado en la vereda. Carencia de silencios. Inexistencia de líneas rectas.
Esta mañana almorcé té con grisines y a esta hora las tripas ya me chillan.
Mañana será otro día y otra oportunidad para morir. Ojalá y se dé.”
El sol se ha meado encima y saturno pide más vodka, totalmente al pedo, semi recostado en la vereda. Carencia de silencios. Inexistencia de líneas rectas.
Esta mañana almorcé té con grisines y a esta hora las tripas ya me chillan.
Mañana será otro día y otra oportunidad para morir. Ojalá y se dé.”
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Lautaro despierta y relee el texto. Hoy tal vez lo intente nuevamente. Él sabe que en algún momento las letras le ayudarán a encontrar el agujero por donde escapar. Esconderse ya no sirve, es necesario huir.
Como buenas psicólogas y amigas amorosas él sabe que ellas iluminarán el suelo en las noches, rastrearán el punto de fuga, o se afilarán las lenguas y cual trinchetas surrealistas se meterán en las venas y las enrollarán como si fueran fideos. Vuelta y vuelta hasta que se corten solas y se decidan a terminar con todo.
Las letras ahora no le dicen nada, cierra el cuaderno y lo estrella contra la pared. Se viste de negro. Jean gastado, remera arrugada, zapatillas sucias.
Esconde las pruebas incriminatorias en el fondo de la casa, dentro del horno de barro que ya nadie usa, y sale con su mochila al hombro.
Camina durante horas. Está en un barrio pobre, compra pan y fiambre y se sienta en un descampado, el lugar es elegido estratégicamente, sabe que lo observan y se deleita haciéndose un sándwich, espera que se acerque y ella lo hace.
Se miran y él extiende la mano en señal de ofrenda.
Ella acepta el bocadillo, se sienta a su lado y come. Tiene hambre.
Como buenas psicólogas y amigas amorosas él sabe que ellas iluminarán el suelo en las noches, rastrearán el punto de fuga, o se afilarán las lenguas y cual trinchetas surrealistas se meterán en las venas y las enrollarán como si fueran fideos. Vuelta y vuelta hasta que se corten solas y se decidan a terminar con todo.
Las letras ahora no le dicen nada, cierra el cuaderno y lo estrella contra la pared. Se viste de negro. Jean gastado, remera arrugada, zapatillas sucias.
Esconde las pruebas incriminatorias en el fondo de la casa, dentro del horno de barro que ya nadie usa, y sale con su mochila al hombro.
Camina durante horas. Está en un barrio pobre, compra pan y fiambre y se sienta en un descampado, el lugar es elegido estratégicamente, sabe que lo observan y se deleita haciéndose un sándwich, espera que se acerque y ella lo hace.
Se miran y él extiende la mano en señal de ofrenda.
Ella acepta el bocadillo, se sienta a su lado y come. Tiene hambre.
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4 comentarios:
Un buen comienzo, a ver ahora como sigue la historia...
Claro. Hazlo.
JAJA...MUY BIEN AMIGA!...SERÁ COMO LAS MIL Y UNA NOCHE? NOS ATRAPASTE... me encantó!
YULY
Ahhhh me sigo ahoritita mismo con la segunda parte...esta buenisimo!!
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