Casualidad 1: el periódico quedó escondido detrás de un armario durante años.
Casualidad 2: en cada traslado (que fueron 4 en total) el periódico quedaba en alguna caja y luego se escondía de las miradas gatunas de las amas de casa.
Casualidad 3: María necesitaba papel para envolver unos vasos y lo vio, casi escondido, casi al descubierto, saliendo por la esquina de un mueble de la casa. Estando sentada en el piso sólo tuvo que estirarse un poco y sacarlo.
Casualidad 4: antes de usarlo, lo hojeó.
María encontró un diario que databa de 18 años atrás, impresionada por semejante descubrimiento y sin saber cómo había sobrevivido a tantos años escondido en la casa de su madre lo tomó con cuidado y comenzó a leer los titulares. Uno de ellos le pegó en la boca del estómago. Era la noticia de una muchacha, violada y muerta en la puerta de un cementerio. La nota no era distinta a las que aparecían en la actualidad, es más, tenía menos palabras morbosas y el tema estaba tratado con mucho respeto, pero nada de esto impidió que se retorciera de dolor ante las letras, cuando leyó el nombre de la chica corrió al baño. Apenas pudo llegar al inodoro y vomitó todo lo que tenía en el estómago.
Cuando se recuperó volvió a mirar las hojas, sin entender porque le dolía el pecho cuando veía la foto de la puerta del viejo cementerio con unos policías trabajando alrededor de un cuerpo cubierto con una manta.
Creía verla: con sus ojos azules y el cabello oscuro. Con la tez blanca y el lunar en el labio
Había leído que la muerta era Cándida, pero antes de llegar a esa instancia ella ya lo sabía.
A cándida la habían violado y golpeado hasta matarla a unos metros de la salida del cementerio.
Le asustaba conocer esos detalles más que cualquier otra cosa.
No decían la edad, sólo que era una adolescente.
El viejo cementerio del campo Maco pensó, y aturdida ante la sensación de haberla conocido, sin pensarlo dos veces, se cambió, tomó su bicicleta y condujo hasta allí.
Nunca había experimentado vivencias paranormales, ni situaciones extrañas, era una muchacha común de 18 años ¿qué le había pasado ahora? ¿Por qué una nota en un periódico viejo disparó una serie de sensaciones nuevas, dolorosas y poco claras?
Ingresó al cementerio a las seis y media de la tarde, en otoño, con un sol que poco a poco anunciaba su despedida.
Apenas pasó por debajo de unos árboles que bordeaban el viejo portón destruido una nueva sensación de horror se apoderó.
Nuevamente vómitos.
Caminó sin perderse por entre las bóvedas, segura de la dirección que debía seguir.
Casi llegando al final, dobló en un lateral y vio a un hombre maduro, parado junto a una sepultura vieja.
¡El lugar al que ella tenía que llegar!
Esperó paciente a que se fuera y se acercó. Temerosa, tímida, temiendo encontrar lo que ella ya sabía, doblándose de angustia, anticipándose al horror de saber el lugar exacto en donde descansaba.
La encontró
Era una pequeña cripta, con la puerta de hierro oxidada cerrada con llave. Lo peor fue ver la foto de la muchachita.
En una placa de bronce, estaba la niña Cándida Leónidas Díaz, nacida el 10 de febrero de 1975 y muerta el 14 de marzo de 1993, con sus ojos azules y el cabello oscuro, con la tez blanca y el lunar en el labio.
¿Cómo podía haberla conocido? ¿Cómo sabía cada detalle de su anatomía? ¿Por qué le dolía tanto saber que él la había matado sin escuchar sus gritos de súplica?
Cándida tenía 18 años igual que ella al morir.
¿Qué la unía a esa mujer? ¿Por qué su dolor le dolía tanto? ¿Por qué la conocía si ella había muerto antes de su nacimiento? Hizo el cálculo. Cándida había muerto, 9 meses antes de su nacimiento.
Comenzó a transpirar mientras temblaba. Un nuevo sentimiento premonitorio la hizo voltear, el hombre que momentos antes estaba parado junto a la cripta la miraba a medio ocultar detrás de un árbol. Nuevo dolor de estómago. La imagen del rostro, con menos arrugas, con la misma intensidad en la mirada, con la fiereza en las manos y la violencia contenida surgió en su mente como un fantasma.
María corrió desesperada, María corrió como aquella vez, tantos años atrás.
Cuando estaba llegando al portón de entrada volteó sólo para ver como él se abalanzaba.
Un único grito le rasgó la tráquea antes de que le taparan la boca, los pájaros volaron asustados y un silencio maldito cubrió el lugar. Nadie más la escuchó.
Unos minutos después, con el golpe de gracia, voló hasta encontrar un óvulo fecundado, con la mente inveterada pero aún fresca, lista para cumplir un nuevo ciclo.
La niña que 9 meses después se llamaría Candelaria María… si hubiese podido llorar en ese instante ¡lo habría hecho!
Cuando se recuperó volvió a mirar las hojas, sin entender porque le dolía el pecho cuando veía la foto de la puerta del viejo cementerio con unos policías trabajando alrededor de un cuerpo cubierto con una manta.
Creía verla: con sus ojos azules y el cabello oscuro. Con la tez blanca y el lunar en el labio
Había leído que la muerta era Cándida, pero antes de llegar a esa instancia ella ya lo sabía.
A cándida la habían violado y golpeado hasta matarla a unos metros de la salida del cementerio.
Le asustaba conocer esos detalles más que cualquier otra cosa.
No decían la edad, sólo que era una adolescente.
El viejo cementerio del campo Maco pensó, y aturdida ante la sensación de haberla conocido, sin pensarlo dos veces, se cambió, tomó su bicicleta y condujo hasta allí.
Nunca había experimentado vivencias paranormales, ni situaciones extrañas, era una muchacha común de 18 años ¿qué le había pasado ahora? ¿Por qué una nota en un periódico viejo disparó una serie de sensaciones nuevas, dolorosas y poco claras?
Ingresó al cementerio a las seis y media de la tarde, en otoño, con un sol que poco a poco anunciaba su despedida.
Apenas pasó por debajo de unos árboles que bordeaban el viejo portón destruido una nueva sensación de horror se apoderó.
Nuevamente vómitos.
Caminó sin perderse por entre las bóvedas, segura de la dirección que debía seguir.
Casi llegando al final, dobló en un lateral y vio a un hombre maduro, parado junto a una sepultura vieja.
¡El lugar al que ella tenía que llegar!
Esperó paciente a que se fuera y se acercó. Temerosa, tímida, temiendo encontrar lo que ella ya sabía, doblándose de angustia, anticipándose al horror de saber el lugar exacto en donde descansaba.
La encontró
Era una pequeña cripta, con la puerta de hierro oxidada cerrada con llave. Lo peor fue ver la foto de la muchachita.
En una placa de bronce, estaba la niña Cándida Leónidas Díaz, nacida el 10 de febrero de 1975 y muerta el 14 de marzo de 1993, con sus ojos azules y el cabello oscuro, con la tez blanca y el lunar en el labio.
¿Cómo podía haberla conocido? ¿Cómo sabía cada detalle de su anatomía? ¿Por qué le dolía tanto saber que él la había matado sin escuchar sus gritos de súplica?
Cándida tenía 18 años igual que ella al morir.
¿Qué la unía a esa mujer? ¿Por qué su dolor le dolía tanto? ¿Por qué la conocía si ella había muerto antes de su nacimiento? Hizo el cálculo. Cándida había muerto, 9 meses antes de su nacimiento.
Comenzó a transpirar mientras temblaba. Un nuevo sentimiento premonitorio la hizo voltear, el hombre que momentos antes estaba parado junto a la cripta la miraba a medio ocultar detrás de un árbol. Nuevo dolor de estómago. La imagen del rostro, con menos arrugas, con la misma intensidad en la mirada, con la fiereza en las manos y la violencia contenida surgió en su mente como un fantasma.
María corrió desesperada, María corrió como aquella vez, tantos años atrás.
Cuando estaba llegando al portón de entrada volteó sólo para ver como él se abalanzaba.
Un único grito le rasgó la tráquea antes de que le taparan la boca, los pájaros volaron asustados y un silencio maldito cubrió el lugar. Nadie más la escuchó.
Unos minutos después, con el golpe de gracia, voló hasta encontrar un óvulo fecundado, con la mente inveterada pero aún fresca, lista para cumplir un nuevo ciclo.
La niña que 9 meses después se llamaría Candelaria María… si hubiese podido llorar en ese instante ¡lo habría hecho!
18 comentarios:
Tremendo cuento, amiga.
Me alegra el alma saber que Cándida te sigue regalando historias para que todos disfrutemos de ellas horrorizándonos.
(Nunca mas me detengo a leer un diario viejo, ja ja)
Besos grandes como el sol
Uyyyyyy Diana, esta Cándida es re-heavy!
Tiene todas las características de un personaje infernal! Locura, terror, misterio... Muchas veces siento una empatía increíble con ella. Mezcla de solidaridad y espanto.
Pucha que me moviliza esta oscura dama!
Genialidad absoluta, morocha linda!
Besos brujos y larga vida para Cándida! :D
Nuevos ciclos, y nuevos dramas porque el anterior no estaba concluído. No cabe duda de que nutres tus relatos y tus letras de sabiduría, aunque sean relatos fantásticos. En realidad, la fantástica eres tú.
Un beso preciosa
Uf, madre mia...
Un relato tremendo que diria propio de un exhorcista, pero no creo que sea necesario.
Estas uniones de almas con óvulos, estas reencarnaciones tal y como las describes me ponen los pelos de punta.
Tienes un don para el misterio, lo escribes tan bien que me tienes enganchada.
Besitos mil.
Bueno, este relato sí que me ha legado, menos mal que lo leí de día...
Hoy vine por este blog, todos los tuyos me atraen.
Besos.
HD
gracias por los comentarios amigos!!!
Los pelos de punta, Escarcha... Desde que mi abuela me contó que su hermana nació el 7 de febrero, y murió un 7 de febrero, el mismo día que nací yo, me estoy planteando lo de la reencarnación seriamente... al menos espero que no me suceda lo mismo que a Cándida, jeje. Un besazo!
Qué grande Cándida!!!
Me encanta el personaje =)
Besotes
Diana,éste es uno de los relatos que me ha producido más angustia porque creo en la reencarnación y en roles que se repiten..estoy muerta de miedo.
Soberbio.
Besos.
Muy bueno,
gracias
un beso
HOLA CIELO!!! YA ESTOY EN CASA. HOY SOLO PASO A SALUDAR QUE YA ES MUY TARDE, PERO MAÑANA VUELVO PARA QUEDARME.
BESOS CON TODA EL ALMA, ESA QUE TANTO OS ECHA DE MENOS!!!!
Escalofriante relato el que cuentas hoy, miedo y horror a la vez.
Excelente, logras ponerme los pelos de punta y sorprenderme siempre con tus finales.
Además de introducirnos siempre dentro de universos psicológicos y tramas sociales.
Soberbio, Escarcha.
Besos.
Guau!!!!! ¿Casualidad o Causalidad?
Ambas perfectamente compatibles y expresadas en tu relato. Hechos concatenados, ciclos que parecen estancados en el mismo lapsus de tiempo acaecidos en distintas épocas, como una cadena que se debe arrastrar.
De hecho creo fervientemente en esos ciclos repetitivos, son como una alarma a la espera de ser oídos y alguien de con la llave para pararlos.
Me fascina volver a este lugar, y saber que Cándida sigue igual de guerrera.
Un beso enorme y un fuerte abrazo!!!!
Eres genial!!!
Me gustó, la calidad del relato logra recrear el ambiente propicio para el remate final. Muy bueno
Me ha encantado como has comenzado el relato, lo cual no es casualidad porque te lo has currado.
La verdad es que da cierta verguenza, haber estado tanto tiempo ausente y al volver ver que todos aumentais ese talentazo que teneis...
Por cierto, muy mona la araña y más porque no me ha picado....de momento.....chan chan......
Un beso ESCRITORA
Mis felicitaciones por la saga Cándida,me encanta!!!!!
Un beso
Qué ciclo de terror! un sufrimiento sin fin para esa pobre alma.
Me quedé estremecido.
Saludos querida amiga
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