
Monstruos que retozan en este sitio:
lunes, 28 de febrero de 2011
MIEDO

martes, 22 de febrero de 2011
EL PACTO

Cierra el libro, está cansada y sabe que ha llegado el momento, se mira las manos marchitas: confirmación de que el averno de los años está haciendo madrigueras en cada célula de su cuerpo. Recuerda la última frase que leyó. ¿Podrán encontrar en ella compasión?
Se viste y sale.
Se esconde de las sonrisas burlonas en la noche desamparada, busca conjugar el tambor de su corazón con los grillos traicioneros, ¡qué no se percaten de su presencia!, ¡qué no se den cuenta de que quiere enloquecer y ser diferente!
Se levanta con dificultad. No va a llorar. Al menos hoy no.
Sabe el secreto de la juventud. Le fue legado, escrito con rojo en un papel amarillento.
Hoy la probará y no siente compasión.
Se acerca una joven. No logra ver a su agresora, no sufre, no se entera. Es un segundo y la hoja entra en el pecho trabándose por un segundo en la solidez de sus huesos.
La vieja se adhiere como ventosa, boca con boca, aspirando el alma que se suelta y huye. Tiene que ser el momento justo, ni un segundo antes, ni un segundo después.
La vieja espera los efectos secundarios, se le fisuran las manos, ve la sangre correr por los antebrazos y exclama enérgica.
-Un sacrificio para vos, mi Señor, te doy la voracidad de esta vida y a cambio pido la beldad que supe poseer.
La llaga en la palma de la mano derecha se agranda dejando entrever un ojo grosero. La mujer sabe que pasaría pero se aterra. Grita y trata de cerrar la herida con la otra mano.
El ojo emerge saltón, con las pupilas negras dilatadas y la mira sin darle tregua a la desesperación que la mujer siente.
Cerca de la muñeca se abre otra llaga y se ve en el interior, entre los músculos venas y huesos… una boca.
-No tenías que ofrecerme esa vida, me llevaré tu alma a cambio de la belleza que quieres- le respondió, y con cada palabra que pronunciaba grandes lonjas de coágulos resbalaban por el antebrazo.
Se cierran las llagas.
Siente como juega su sistema con el anonimato que se ha incorporado, lo embruja… lo domina.
Hay una mujer muerta y una casi adolescente que huye del lugar, el rostro impecable, tierno, bello. Los ojos blancos, muertos, el hedor de la muerte escapándole como halitosis por los labios rosados.
miércoles, 16 de febrero de 2011
Cuento
domingo, 13 de febrero de 2011
San Valentín

lunes, 7 de febrero de 2011
Vampiro (final)

Que suerte la suya, “¡comida a domicilio!”. Cuando la ve se le cruza por la mente crear el proyecto de un delivery para hombres como él.
“El encargo se lo llevamos a su casa. Bañadas, sin perfumes artificiales, con buena presión arterial” diría el slogan. Sonríe. Es un hombre con suerte.
-Estoy perdida, recién llego a la ciudad y esta anocheciendo, ¿sería tan amable de permitirme entrar al baño?
No contesta, se hace un lado y extiende el brazo invitándola a pasar.
La examina cuando camina tras de ella, ¿Cuántos años? ¡Tal vez quince o dieciséis! Es una niña con rostro de ángel mimoso... y debe saber a gloria.
Pone agua a hervir.
La niña aparece tímida y mirándolo un segundo decide salir por donde entró.
-Me llamo Jesús- habla, tratando de que su voz suene empática –estoy haciendo un té, si quieres lo podemos tomar los dos, con algunas masas.
Se detiene y duda, él sabe que duda, pero tiene la certeza de que la niña tiene hambre.
-Soy Mónica- responde al fin, se da media vuelta y se acerca.
Toman un té a las ocho y media de la tarde, el sol ya es un pecado de la noche y se pierde con ímpetu en la oscuridad que lo devora.
Ríen. Él habla de su trabajo de diseñador gráfico, de su condición de hombre de letras también, toca de soslayo un poco de filosofía y cree ver una veta de asombro en los ojos de la niña.
-Mónica ¿qué te trajo a esta ciudad?
Silencio, sonrisa extraña en el rostro jovial.
-Un asunto personal. Me gustaría no hablar de ello.
-¿Algún novio?- inquiere.
-No. Un asunto penoso, pero que ya va llegando a su fin.
La observa, sus motivos le interesan poco, sólo quiere sentirse acompañado antes de saciarse con su juventud.
Jesús se levanta y se acerca al ventanal, está por abrir las cortinas cuando ella lo detiene tomándole del brazo.
-Has sido muy bueno, pero me tengo que ir, espero que algún otro día podamos encontrarnos nuevamente.
La forma en que lo dice le sugiere cosas, la niña sonríe, está hablando con la mirada, le está pidiendo todo con los ojos.
Se acerca y lo besa, él siente como le palpita el corazón llevando la sangre hasta los labios que lo acarician, puede olerla, se excita. ¡La sangre lo excita! La toca, quiere rasgarle la ropa, devorarla con sus besos, poseerla en cuerpo y alma. No podrá esperar más, hunde los colmillos sosteniéndola con fuerza.
Se aleja, arrastrándose.
-¿Que mierda me has hecho?- le grita
A lo que él responde furioso.
-¿Quien eres?
Mónica se levanta confundida, uniendo las partes, armando el rompecabezas mentalmente, hilando la historia.
-Sos un vampiro- lanza segura y él retrocede.
Está asombrada, pero si ella existe ¿por qué no un inmortal que se alimenta con la sangre, la fuerza y esencia de cada persona?
-Hace unas semanas tuve que reconocer en la morgue, el cuerpo marchito de mi hermana, algo la había vaciado. Sin una gota de sangre. ¡Seca! La policía arma conjeturas sobre un rito satánico o un demente suelto. Por sus amigas supe que el último cliente que tuvo esa noche fuiste tú, luego no se supo nada más de ella.
Jesús recuerda a la prostituta.
Mónica se levanta y camina hacia el ventanal.
-Lorena era una niña sufrida, creía poder con la vida, imaginaba que un día llegaría a ser dueña de la inmensidad, que nadie lograría lastimarla y ganaría cada batalla. Cenaste un alma maravillosa- le gritó con odio.
Jesús tiene miedo, se toca la lengua con los dedos y siente como se ha levantado una enorme llaga, la sangre de la joven lo ha quemado.
Jesús, después de más de cien años, tiene miedo, ignora con lo que se ha topado.
Mónica se acerca al ventanal y abre las cortinas de par en par, la luz de la luna llena la invade, devorándola desde las entrañas.
-Mi hermana, mi pobre hermana- gime mientras una mutación dolorosa y atroz se apodera de su cuerpo- ¡Oh! Mi dulce hermana- la última oración suena gutural, ya no gime, ahora aulla.
Cae al suelo en un charco de sangre, la piel se abre, se acomoda, la carne queda por ratos al descubierto, encaja y se cubre.
Todo sucede con una velocidad irreal, Jesús intenta correr pero antes de llegar a la puerta una loba enorme y brutal se lanza sobre él. Cae de bruces. El animal le abre la espalda con las garras, toma grandes lonjas de piel y se las come. Gruñe, le tritura el cuello y tras unos minutos de ataque, la rabia comienza a ceder.
Se dirige al baño y toma una ducha con serenidad, saca ropa del placar, todo le queda grande pero ya nada importa, la muerte de su hermana está vengada.
Antes de irse lo mira. Respira con dificultad, no lo matará. No tiene intenciones de hacerlo. El vampiro muere con una estaca en el corazón, ¡sólo con una estaca en el corazón! Jesús tendrá muchos años por delante para tratar de recomponer ese cuerpo marchito y roto.
Lo escupe, abre la puerta y se marcha.
viernes, 4 de febrero de 2011
Vampiro (I)
Esa mañana redoblaba su esfuerzo, la dolorosa certeza de una vida implacable y tediosamente larga, tan atroz como infinita, tan abúlica como cruda; lo mareaba.
Si. Había días en los que despertaba así. Se paró frente al espejo y le dolió aun más su figura, los huesos asomando por sobre la piel fina. La certeza de que su vida no era otra cosa que la muerte cabalgando muy elegantemente por la inmundicia de la humanidad.
Prendió un porro recién armado, tomándolo con cuidado con el índice y el pulgar y lo aspiro hondamente, sintiendo regocijo por primera vez en ese día absurdo. Luego se lo puso en el antebrazo y disfrutó del ardor, del olor a piel chamuscada, a carne quemada, a despertar feroz. Lo terminó de fumar mientras se vestía, ya de mejor ánimo, con una sonrisa de costado y el pucho en medio de los labios. Evidenciaba una notable mejoría, volvió hacia espejo vestido con la remera azul y el jean gastado. Era uno más, pero sabía en su interior que sólo podía ser comparado con un dios, y ajustando los borcegos escapó hacia la noche, a demostrarle al mundo quien mandaba.
Lorena estaba parada en una esquina, con unos short de cuero y corpiño rojo, zapatos de taco aguja y carterita al hombro.
Rezongaba por lo bajo, esa noche había empezado mal, se tocó con la punta de los dedos el costado izquierdo a la altura de las costillas y contuvo el gemido de dolor. No quería mirarse, seguramente ya empezaba a parecer el moretón. Si él volvía a golpearla así no lo aguantaría y lo dejaría.
-¿Quien mierda se cree que es?- gimió casi llorando, hasta que un Ford ka gris y pequeño se estacionó cerca.
Un rubio bonito, con cara de ángel, la miraba desde el interior.
-Te hago precio- le sugirió sonriente, coqueteándole al posible cliente.
-Subí- pidió él y ella lo hizo con un atisbo de desesperación.
El departamento era chico. Le pagó por adelantado lo que pidió y un poco más también.
Lorena se sintió a gusto desde que lo vio por primera vez e imaginó que si la noche había empezado mal no tenía por qué terminar de la misma manera. Se estaba cambiando en el baño, un poco incómoda por la falta de espejos. Sabía que tenía uno grande en la habitación porque lo había visto al entrar, estaba justo delante del ventanal abierto.
Eso era lo de menos, no necesitaba mirarse, ella era hermosa.
Se sonrió y salió.
La primera impresión que tuvo al verlo fue de repulsión. Le recordó las fotos de los libros viejos que hablaban de los campos de concentración judíos.
Su adonis tenía un cuerpo famélico, casi cadavérico, que inspiraba más asco que pasión. Retrocedió un paso y él lo notó.
-¡Te pague para que me amaras, puta!- le gritó ofendido.
Lorena reaccionó asustada, tapándose con los brazos.
-¿Estás enfermo? – ¡vaya pregunta! Eso era evidente, lo más probable es que fuera Sida, y si lo era estaba en su etapa terminal.
Lo miró detenidamente y recién allí pudo comprobar que su rostro estaba maquillado. Retrocedió sin voltear, sin perderlo de vista.
-No puedo ofrecerte sexo si estas infectado con algo, te devolveré el dinero.
-¿Y los otros que parecen sanos y no lo son? ¿Cómo te arreglas con ellos, o antes de joder les pides un análisis sanguíneo?- se burló, acercándose lentamente.
A Lorena el corazón le saltaba en el pecho, una vena ancha le palpitaba en el cuello y el hombre no podía dejar de mirarla.
Mientras más agitada, con mayor fuerza la sangre salía de las venas. La boca se le hacía agua. ¡Que delicia!
No la hizo sufrir más, le hubiese gustado un poco de sexo antes de comer, ¡pero no se puede tener todo en esta vida! Bastó un pestañeo de Lorena para que el hombre saltara sobre ella, estacando los colmillos largos y puntiagudos en su carótida. La mujer intentó gritar y el metió la mano entera en su boca llegando a romperle la traque por dentro.
El día que había empezado mal para Lorena… terminó peor.
Saciado, se paró frente al ventanal para mirar su luna llena, la única que le permitía poder reflejarse en los espejos, la única que le devolvía cierta identidad. Podía voltear, con la luna a sus espaldas, y recordarse.
Cuando lo convirtieron, en 1930, su país pasaba una de las mayores hambrunas post guerra, y su cuerpo inmortal guardaría esa apariencia por siempre. Humedeció una toalla y se limpió el rostro lleno de sangre y maquillaje. Desnudo, era realmente un moribundo. Las ojeras violáceas llegaban hasta el pómulo que sobresalía afanoso, casi lastimando la piel decolorada. Si no lo hubieran convertido, habría muerto esa misma tarde como su madre y su hermano, todos muertos de inanición y tifus. Lo peor de todo es que ya casi no recordaba sus rostros. ¡Si al menos hubiese tenido una foto de ellos!
continuará