Monstruos que retozan en este sitio:

martes, 5 de enero de 2010

RABIOSA


-Oculta tu esperanza en mi pecho, guarda tu rencor en mis brazos, subyuga tu tiranía a mis pies. Controlaré tu aura y con mis tacones trizaré tu futuro. Soy tu amante y tu escarcha. Obedece mis histerias o el placer de la carne te será negado
El hombre se arrodilló, vencido, doblegado, esclavo, resignado.
Las manos en el piso, la cabeza gacha. La lanza ritualista del odio y el desprecio le atravesaba el tórax.
-Soy heraldo del infierno, en mis manos tengo el poder de socavar tu alma y roer tu demencial sinfonía de vida- gritó ufana.
En un intento ancestral de liderazgo, él, se alzó gigante con la voz ronca y el cuerpo ancho. Se levantó de su situación de esclavo, mendigo de vida, y quiso clamar por su libertad y su derecho a dirigir.
La mujer, fiera luchadora enguantada en negro, clavó el tridente de su soberanía en el costado derecho regando la sangre de su súbdito en la alfombra roja.
Con un reflejo de misericordia se arrodilló a su lado y tomándole la mano esperó a que el pulso dejara de sonar.
Uno menos.
Con el líquido tibio que surgía de las entrañas de su víctima se lavó las manos y el sexo llegando al orgasmo con sólo mirar la herida abierta.
Escuchó las cadenas arrastrarse en el cuarto contiguo. Su siguiente presa esperaba ansiosa.
La vida no le sería rota si la anarquía seguía siendo aceptada.

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