Monstruos que retozan en este sitio:

viernes, 15 de enero de 2010

MUJER PERRO (Primera parte)

-¡Te juro que voy a cambiar!


¿Se cambia?
Cuando tienes la oscura peste incrustada en la mente,
que corroe el alma y endurece el puño... ¿se cambia?

Sentada con las manos en el regazo, no vencida pero si cansada, con la sangre seca decorandole el labio y las marcas oscuras barnizandole un ojo.
Pensó que tal vez si esperaba un poco, si se portaba mejor, si la paciencia le hacía autista y miraba a otro lado cuando las furias se convertían en tormentas y los rayos caían sobre ella, tal vez con el tiempo él cambiaría y ella algún día podría ser feliz y abrazarlo sin temer y besarlo sin sentir el saber metálico de la sangre entre los dientes, en los labios no, porque ya estaban amortiguados.
Tal vez. Si. ¡Seguramente si! La paciencia todo lo puede... ¿o era el amor?
Él levantó el brazo para acariciar el rostro magullado y ella en un instinto primitivo de autoconservación levantó la mano para protegerse la cara. La sonrisa de complacencia pudo más que las ganas de fingir.
¡Cuan duro y macho lo hacía sentir esa mujer subordinada a su poder!
-No te voy a hacer nada- le dijo gracioso y ella bajó el rostro en silencio, con las lágrimas empapando el rostro, con las fuerzas extintas, con un dibujo extraño en el labio.
-Ya está, no era para tanto, hace café, me voy a bañar- siguió, como si la gresca de media hora antes hubiese sido algo totalmente ajeno a aquellas cuatro paredes, como si lo hubiesen visto en la televisión, en alguna novela, con actores afganos y en una lengua totalmente desconocida y perdida en el tiempo.
Antes de alejarse le toco la cabeza y ese toque hizo un crack en ella.
¡Le habían hecho la misma caricia que se le hace a un perro!
Ella, era un perro.
Un animal depediente de su amo para recibir el amor y una zurra también.
Caminó hacia la cocina y mientras llenaba de agua la pava sintió como el pecho se le inflaba de extraños sentimientos. Se hizo a un lado y vomitó. Se quedó mirando el charco, atónita. Acababa de vomitar algo extraño. Se arrodilló acercando la cara lo más que pudo casi tocando con la punta de la nariz el mejunje. Entre los líquidos había una mujercita pequeñita, de no más de 5 centímetros, tirada en posición fetal, con las costillas rotas y los dientes partidos, con las piernas fracturadas y los órganos sangrando. Los detalles no los podía ver pero inexplicablemente ella sabía que esa mujercita los tenía... y estaba muerta.
Se levantó sonriente.
Era ella.
La última tunda la había matado y su cuerpo había expulsado el objeto extraño.
Si ella ya no estaba en su interior... ¿que mujer era ahora? ¿Quién era en ese momento?
Se miró. Si, era distinta. El perro ya no era perro y no merecía el toque en la cabeza. La mujer perro acababa de ser expulsada y estaba muerta, tirada en el charco de vómito y ya olía mal.
Un empujón la despertó.
-Poné el agua para el café che.
Estaba con la canilla abierta y el agua corriendo, la pava a unos centímetros.
A veces le pasaba, continuaba con una extraña línea de vida para despertar y darse cuenta de que todo lo estaba soñando con los ojos abiertos.
Miró el piso y no había vómito, pero el estomago estaba más ligero.
Ya no quería ser la mujer perro.
El pensamiento la dejó confundida porque había una certeza en su mente.
YA NO QUERÍA SER LA MUJER PERRO.
-¡¡¡ya nooooo!!!- gritó asqueada y decidida.
-¡¡¡YA NOOO!!!- lo repitió y cuando él apareció en su habitáculo el horror se apoderó de sus manos.
El grito emergió del estómago, le trituró la faringe y lastimó la laringe.
Parecía que los dientes le iban a salir despedidos por la ferocidad del grito.
-PERRO NOOOOO- le gritaba en la cara.
El hombre retrocedió pero sólo para levantar el puño y estrellarlo en la mandíbula de la mujer que trastabillo y calló en una esquina.
¡Si, la había vomitado, ella ya no era ella!
El perro ya no estaba, se levantó y creyó que media más, unos cuantos metros más.
-PERRO YA NOOOO- gritó y se abalanzo contra el amo, rebelándose a su existir.
Ardiendo en una locura que se había estado gestando en su interior trompada tras trompada, patada tras patada. La cordura se le había hecho trizas, estaba muerta, desangrada, con golpes internos y toda meada por el susto.
Mientras se levantaba pudo verse en el reflejo de un vidrio de la ventana.
Ahora era bella, media unos cuantos kilómetros más y los ojos tenían un rojo bermellón que eclipsaba los fuegos y amainaba las almas más puercas.
-¡Perro, no!- sentenció y dio un paso adelante haciendo crujir los mosaicos y produciendo hendiduras por el peso colosal de su anatomía gigantezca.
-¡PERRO YA NO!

4 comentarios:

Malena dijo...

INTENSO, AL CIENTO POR CIENTO!

NO TENGO PALABRAS...! ENMUDECÍ
DE PRONTO!

AFECTOS!

MALENA

PD: YO PUBLIQUÉ UN POST: "CUANDO ESCRIBÍ ESTAS LÍNEAS, ME LIBERÉ" EL 25 DE NOVIEMBRE DE 2009/AUTO_BIOGRÁFICO y PERSONAL!
/SI QUIERES, LÉELO/

Anónimo dijo...

muy bueno escarcha.. y como dice malena, intenso hasta el final, espero por la segunda parte.. nonisortega

escarcha dijo...

Malena: leí el post y me quedé sin palabras, los sentimientos abundaban.
Estemos o no tocadas por la violencia de género es un mal que nos destruye el alma, que nos convierte en estalactitas vivientes.
Como mujer sufro cuando lo veo en otras y siempre las siento cercanas.
Gracias por permitirme leerlo.

Nonis: muchas gracias por tus comentarios y por leerme con asiduidad.

madroca dijo...

Fuerte, con sentimiento, arrolladora, impacable y con un ritmo trepidante tu entrada de hoy, me gusta.
Contra el maltrato todos tenemos que alzar la voz, que no haya más mujeres que deban vomitar a la mujer perro que llevan dentro para poder liberarse.
Gracias por alzar tu voz escarcha, cuenta con la mía también

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