La casita humilde de paredes sin revoque y persianas desvencijadas estaba habitada por Doña Cándida y su hija Ernestina. Las dos tan viejas que parecían hermanas.
Mateaban al atardecer, sentadas en el patio polvoriento, con el brasero prendido calentando la tortilla.
Juanjo las había observado durante semana y media, una de las piezas tenía una tela raída como cortina y carecía de otra protección. Desde fuera se podía ver la cama de una plaza, un ropero que se caía a pedazos, un escritorio y sobre el una computadora, sucia por el desuso. Imaginaba que podría sacar unos cuantos pesos al venderla, si no era para el porro al menos le alcanzaría para unas cuantas cervezas.
Aprovechó que conversaban tranquilas y se metió por la puerta principal, el ocaso le dejaba poca luz y la casita estaba recostada en la oscuridad de un sueño de prematura nocturnidad.
Tropezó con unas especies de alfombras en el comedor y se paró en seco para escuchar. Las mujeres ya no hablaban. Trastabillando llegó hasta la pieza en cuestión y se escondió debajo del escritorio.
Las viejas entraban a la casa con la mesita, la pava, el brasero. Acomodaban la tortilla en la bolsa y se reían mientras seguían hablando. Una de ellas salió de nuevo hacia el fondo y se valió de esto para levantarse e inspeccionar el computador, cuando levantó el gabinete grande fue su sorpresa al sentir la falta de peso, aturdido lo puso en su lugar y levantó el monitor, lo colocó de nuevo y retrocedió confuso. Las partes estaban tan ligeras que todo hacía suponer... que no tenían nada adentro. Cuando intentó volver sobre sus pasos una madera tapó la ventana con rapidez. Juanjo no pudo evitar un estremecimiento. Se escucharon unos pasos rodear la casa a toda prisa y entrar cerrando con llave la puerta. Había alguien más. Ninguna de las dos ancianas tenía la fuerza suficiente como para correr.
Se las escuchaba reír en la oscuridad del comedor.
Se las escuchaba afilar los cuchillos en la soledad de la trampa en la que había caído.
Una asomó la cabeza alumbrada por una vela y le sonrió, mostrándole las encías lisas y rojizas.
Juanjo retrocedió espantado pero solo para tomar fuerza y tirarse encima de la mujer que cayó bajo su cuerpo riéndose.
El golpe lo sumió en un sueño profundo, en una muerte dulce después.
El comedor luce una nueva alfombra. La cabeza disecada, con una ramo de flores en cada cuenca ocular vacía, es una ofrenda para la diosa de la inmortalidad.
Cándida teje una batita porque su hija esta preñada. ¡El primer nieto después de tantos años!
Era necesaria una nueva ofrenda por el favor recibido, ella tiene 125 años, lee todas las mañanas su periódico sin necesidad de los lentes y el útero de su hija puede albergar un crío a los 110.
La matriarca oscura será agradecida con ofrendas semanales.
Ernestina lustra la computadora y abre las cortinas para que se la vea bien.
11 comentarios:
Buenísimo!!! Què viejecitas más encantadoras... y que buen final!!!Me encantó!!! Besos!!!
Ya me chocaba a mi eso de que tuvieran ordenador...Seguro que mandan conjuros a Satán por medio del facebook...
Muy bueno!
jajaja si Musa y twitter tambien, no te olvides!
Saludos a las dos
Tienes arte, y una imaginación tremenda. ¡Qué fuerte! De piedra, que me dejas enganchada cada vez que empiezo a leerte. ¡Pensar que me entro miedo na' más conocerte! Y ahora me tienes a tus pies.
Besos princesa.
Me encantan tus historias, querida amiga...
¡Te abrazo!
Legaspi siempre es un honor que te cruces por aqui!!!
Abrazos
Historias de viejecitas con apariencia amable y el colmillo retorcido. Me gustó mucho
Abrazos.
Hola Lola, espero verte de vuelta por aqui.
SALUDOS
Adorables monstruillas!!!!
Momentos Dulces y :)´s, D!
Male.
Si es que no puedo abrir tu blog. Nada más leer una de tus historias, me entra el ansia de leerlas todas. ¡Me he perdido tantas! Qué buenas las pobres viejecitas. Tan indefensas, jeje.
A pesar de que sea tarde, mi felicitación una vez más por tu imaginación querida amiga, (aunque no se si aprovechar para pedirte cuantos años tienes jejjejee, espero que no sobrepases los 110)
Un abrazo y me alegro deleerte de nuevo
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