Monstruos que retozan en este sitio:

miércoles, 18 de agosto de 2010

Cariño nonato (final)

El esfuerzo desmedido cesó cuando él cayó de entre sus piernas, no quiso mirar, respiraba tratando de llenar los pulmones que por ratos parecían no funcionar.
Nuevo esfuerzo, algo escurrió… más suave, sin peso.


Todo era una nube de dolor y sangre. Se sentó y por fin volteó. Su cuerpo acababa de expulsar una especie de bolsa sanguinolenta y tapaba lo que en un primer momento había caído. La levantó con oscuro asombro y pudo comprobar que una criatura se movía.
Lo veía con la boquita abierta en un llanto que no lograba escuchar.
¿De donde había salido aquel niño? ¡No podía ser suyo! Estaba demasiado confundida y adolorida. Se animó a acercarse y mirarlo cuidadosamente.
No, no era un bebe, era algo siniestro y maldito, el niño tenía la nariz de ese hombre y hasta parecía oler como aquel. Lloraba fuerte y le extendía las manitas, desesperado. Intentó sentir algo… ¡Por Dios que quiso sentir algo!
Lo tocó…
¿Era de ella? El niño hambriento de leche y amor se aferró a su dedo y la niña mujer presintió que a través de él se abriría paso la mano de aquel hombre y la dañaría de nuevo… el estomago se le contrajo, se hizo a un lado y vomitó.
Lo siguiente que recordó fue el rostro sereno de la madre, cuando la vio entrar con el camisón y los brazos sucios de barro y sangre, y las palabras que nunca más olvidaría y la catapultarían a la locura.
-Ahora si, por fin, podemos olvidar todo.

………………………..

Morena tenía pensado hacer empanadas para vender el domingo y quería dejar todo preparado para no correr a último momento. Con el primer atisbo de luz se levantó y su hija de diez años la siguió.
-Dormí Lorenita, voy a buscar leña y vuelvo enseguida.
Ma´ ya estoy despierta! Quiero ir.
Morena se dio media vuelta y miró sonriente a la niña, asintió con la cabeza y salieron del brazo.
Ella sabía donde buscar, con el machete en mano y conversando risueña, caminó segura por entre la maleza. Al llegar a un claro lo escuchó.
Shhh!- silenció el monólogo de su hija.
-Es un gatito- susurró Lorena agazapada a su madre, temerosa.
-No, no es eso- exclamó segura y dirigió sus pasos a un costado del claro, hacia un montón de ramas apisonadas. El corazón le latía con brutalidad y a medida que se acercaba al suave quejido, una especie de electricidad le recorría la columna vertebral. Bajó las ramas con la mano y desnudando miedo asomó el rostro.
Había una criatura sucia de sangre y barro, semienterrada.
Los bracitos sobre el pecho, respirando con dificultad.
-¡Hay virgen santa!- gritó en un sollozo.
Lorena corrió hasta allí asustada y el niño, al escuchar la voz cercana, inició un llanto débil y quejumbroso, quería levantar la vocecita pero la fuerza que le quedaba era mínima.
Morena se arrancó la camisa, volando los botones en varias direcciones y empezó a envolverlo mientras desenterraba la mitad del cuerpecito que tenía tapada.
Lloraba a lágrima viva mientras lo acurrucaba en su pecho, Lorenita también gimoteaba y le besaba la cabecita en un brote repentino de instinto maternal.
Morena tres meses antes había dejado de amamantar a su hijo menor de dos años pero aún lo hacía con el hijo de una vecina enferma. Sacó el pecho del corpiño y se lo ofreció desesperada. El pequeño niño mamó con debilidad y poco a poco con mayor fuerza.
Por ratos soltaba el pecho y lloraba agitado… esa noche el hambre y la muerte le habían besado los labios. Esa noche la mujer que lo pariera lo había despreciado.
Morena y Lorenita corrieron a la casa y pronto todas las vecinas se apuraban con ropita y pañales. Don Juan prestó la camioneta y entre varios llevaron al niño al hospital.
La historia del encuentro era contada una y otra vez y todos lloraban emocionados.
El niño dormía tranquilo.
Internaron a la criatura en neonatología y la historia fue contada nuevamente una y otra vez. Todos agradecían al destino, a Dios, a la Virgen o a quien quiera que haya actuado a favor de la vida aquella noche, y maldecían a la mujer que lo pariera e intentara enterrarlo aun vivo sin un mínimo de clemencia, sin haberlo mirado bien a los ojos y encontrado a su propia sangre en él. Una mujer que no sabía de piedad ni amor, de felicidad ni perdón…

…En la sala contigua atendían a una joven que había entrado, en estado de shock, con un profundo corte en el antebrazo derecho en un intento por abandonar la vida.

8 comentarios:

NURIA dijo...

Escarcha, hoy mi supesta in_sensibilidad se fue por el retrete, porque estoy llorando, tía y es que has retratado la vida misma, así como es dura y canalla,
con todos los ingredientes necesarios;
¡Si hasta me ha llegado el olor a barro y a sangre!
Lo siento pero hoy se une a este asqueroso mundo otra alma sensible;
¡Qué asco!

¡Que te admiro, Ya lo sabes!

Besos!

Unknown dijo...

querida amiga, usted, cada vez que la leo, me atrapa más. El gusto por el horror cotidiano, que subyace a la aparente rutina inocente, nos une.
¡Un abrazo enorme!

escarcha dijo...

gracias Nuria y José por los comentarios.

El cuento lo escribí hace unos años atrás, cuando en las noticias se habló de un bebe encontrado en medio del monte, por un hachero.
El niño había sobrevivido toda la noche y lo estaban picando las hormigas.

Te lleva a pensar por qué una madre deja a su hijo en un lugar lejano? por qué quiere que no sea encontrado? por qué no le da una posibilidad de vida aunque sea lejos de ella?
ufff... preguntas... preguntas...
y el cuento... bue... sólo un poco de imaginación, es querer tratar de encontrar alguna explicación, es querer... querer imaginar que ella lo quería pero no había cordura.

SALUDOS!!

Musaraña dijo...

Muy bueno lo distintos puntos de vista de una misma historia. A veces, creo que el miedo de tus historias radica en que pueden llegar a ser muy reales...

Aún temo que duendes verdes vengan a por mi.... :(

escarcha dijo...

gracias Musaraña!!
y tené cuidado con los duendes verdes,
porque aunque cierres con llave todas las puertas... puede ser que ya esten dentro de tu casa... esperando a que te descuides y te hundas en un profundo sueño!!!

;-D
saludos linda!

madroca dijo...

Querida amiga, cada vez que te leo me gusta más como haces que la historia me atrape, el ler los dos capítulos de una vez me ha dado la oportunidad de seuir con estremecimiento el desarrollo de la misma, horrorosa, cruel, y a la vez con la sensibilidad y la ternura final, un placer y un autentico lujo poder leer tus textos Escarcha,
un abrazo querida amiga

Córdoba Uyulala dijo...

No sé si el niño que encontraste acabó allí por lo que cuentas, pero desde luego estoy segura de que lo que narras, con la despiadada reacción de la madre, lo han vivido millones de mujeres a lo largo de la historia. Forma parte del esquema terrible de la humanidad. Para acabar con los sentimientos de desvalimiento, de vulnerabilidad, matamos al niño tanto real como simbólico que puede emerger de la violencia. Cuidar ese hijo implica cuidar las emociones que queremos enterrar. Pero al intentar enterrarlas, nos devoran. Gracias Escarcha por bucear donde los demás apenas nos atrevemos a asomarnos.

escarcha dijo...

"Para acabar con los sentimientos de desvalimiento, de vulnerabilidad, matamos al niño tanto real como simbólico que puede emerger de la violencia"
Esa frase me ha pegado fuerte, me da otra explicación validera para esa falta de sensibilidad que puede suscitar de una madre a su hijo.
Gracias Córdoba por el comentario
(ya te andaba extrañando mujer!!!)

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