Monstruos que retozan en este sitio:

lunes, 10 de mayo de 2010

Caminé por la ruta unos cuantos metros y decidí entrar por un camino angosto rodeado de maleza, hincándome con los cardos, raspándome los brazos en la tupida vegetación que por ratos quería devorar el caminos.
Tras cuarenta y cinco minutos de andar me crucé con dos largartijas, tres borrachos que a duras penas se mantenían en pie (de los cuales, uno, intentó manosearme) y un perro mediano que ni bien me cruzó comenzó a ladrarme y me corrió por aproximadamente trescientos metros.
¡Suerte que se cansó primero él!
¿Qué tenía después de tanto caminar?
Ampollas y sustos.
Ninguna catarsis.
Ningún alivio.
Ninguna muestra de que el dolor sucumbiera.
La furia arremetía por ratos y me quemaba la nunca. Golpee un tronco un par de veces dejándome los nudillos ensangrentados.
¿Dónde estaba la calma?
¿Cuando me había olvidado la paz?
¿Desde cuando la razón me esquivaba?
¿Por qué ya no encontraba el punto de fuga?

Tenía fuego en los ovarios y me quemaba el bajo vientre. Me tomé del abdomen doblándome en dos.
Detrás del calambre logré recuperar un poco la compostura.
Lejos de estar extenuada me sentía revitalizada en una nueva horda de furia.
Volví sobre mis pasos, haciendo crujir los dientes, empujando las ramas y haciendo caso omiso a las espinas que me hacían sangrar los brazos y quedaban clavados a ellos como extraños apéndices rectos.
Me encontré con el perro que me mostraba los dientes y me vino a la mente Caperucita Roja, entonces me tiré sobre él, abriendole las mandíbulas para ver si encontraba a la dulce caperuza que a estas alturas sería ya una adolescente y estaría con su regla, como yo.
La furia aun me enceguecía, seguramente reventaría en rabiosas llamas y encontrarían sólo cenizas entre las hojas de mi libro a medio calcinar.
Seguí la maratónica lucha por atenuar los síntomas menstruales.
Antes de llegar a la ruta descubrí a los tres borrachos, dormidos...

He llegado de noche a mi casa, con calma, sin dolores ni tensiones, y traje la pata derecha de un perro-lobo que tal vez ya había digerido a la pobre caperucita, y el hígado flagelado de un ebrio. Todo atado a un mantel raído que también hallé y al que partí en dos.
La otra mitad me la puse como capa para ingresar a mis dominios convertida en la "Super Calma".
Las partes sanguinolentas ya están en sendos frascos con éter, en una repisa, como muestra triunfal de una mujer que busca la calma a la dura perversión de su ira menstrual.
¡Qué nadie tema hasta dentro de veintiocho días!

8 comentarios:

Musaraña dijo...

Primer!!!!!!!

Tiene velocidad, acción...Guau, genial!! Eso sí que es una menstruación dolorosa. Has sabido sacar la bestia que toda mujer llevamos dentro, y por eso........ME ENCANTA!!

Ah.......peligro.......a mi me tiene que bajar muy pronto...Corred!!

madroca dijo...

De nuevo te superas exacerbando hasta el máximo los sintomas y consecuencias.
Un saludo y espero no encontrarte en ese estado jajajaja.

Ricardo Miñana dijo...

Tienes imaginacion para los relatos, un placer pasar por tu casa.
feliz semana.

Carlos dijo...

CÓMO ME GUSTA, DIOS!!!!

QUE TENGAS FELICES SUEÑOS!!

CARLOS

Raúl Sánchez Ramos dijo...

INSUPERABLE, EN MI OPINIÓN!

UN SALUDO!

RAÚL

Unknown dijo...

Wooaw! Male tenía razón.. Tus textos son impresionantes!

Besitos,

Gema

escarcha dijo...

MUCHAS GRACIAS POR VUESTRAS VISITAS Y SUS COMENTARIOS

Desbrothy dijo...

Escribes muy bien, la verdad. Algunos temas son un poco escabrosos, violentos, viscerales... pero lo bueno es que creo que es es eso lo que tratas de transmitirnos...

Cuando te pones tierna tb lo haces bien...

Ha sido un placer encontrarte y leerte un poco, tu escritura resulta muy ágil...

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