Al día siguiente, cuando el cuerpo de un joven horriblemente mutilado, fue encontrado en las cercanías de aquella calle, las historias y los oyentes se multiplicaron.
Cándida falta al trabajo, aquella mañana el cansancio la mantiene casi adormecida. Su madre preocupada intenta hablar con ella. No la había escuchado llegar la noche anterior y no entiende porque el vestido está en un fuentón con agua y lavandina, ya todo descolorido.
Cerca del mediodía la joven se sienta en el patio e intenta recordar.
Todos hablan sobre el muchacho muerto, encontrado sólo a 5 cuadras de su casa. A simple vista parecía el ataque de un animal y especulan con toda clase de criaturas de origen misterioso. La escena del crimen muestra, al ojo experimentado del policía, que las mordidas no son de un animal… pero lo ocultan para evitar un pánico mayor.
Cándida está sentada en la silla sin cuidar su postura. Todo el cabello enmarañado. Su madre la mira desde la ventana sin atreverse a acercarse.
No entiende lo que su corazón le dice. Algo en ella le grita que aquella mujer sentada con total desparpajo, no es su hija. Pero se niega a escuchar los murmullos en su interior y se limita a mirarla preocupada.
Cándida ha intentado recordar lo sucedido desde que vió aquella luz, pero hay sucesos que vienen a su mente y no comprende lo que son. Levanta la mano y se toca el mentón. Le duele la mandíbula.
Hay una imagen que la atormenta y una sensación de agresividad animal que la agobia. Por ratos recuerda a un joven, lo ve gritar y levantar el brazo para protegerse. Cándida pasa el día debatiéndose entre aquella sensación de culpa y remordimiento y el extremo antagónico de total indiferencia.
A las dos y media de la madrugada sale de la casa, con su camisón blanco de flores rosas y sus pantuflas de goma. Camina hasta el claro del monte. No hay rastros de las mujeres ni de la ceremonia.
Se sienta en el lugar exacto donde la noche anterior aquella extraña luz la tomó y se fusionó con su interior.
Se clava las uñas en los brazos y se los rasguña dejando largos y delgados hilos de sangre, ha estado haciéndolo durante todo el día y los rasguños nuevos se entremezclan con los que ya quieren cicatrizar.
Mira al cielo y queda expectante, el rostro distorsionado, la boca abierta, la tez pálida… está ojerosa.
Sin bajar la mirada capta con la mano una araña que corre junto a ella y con un movimiento ligero la mete en la boca y la mastica, a través de la morena piel se nota como el arácnido pasa por la traquea.
Baja la mirada perdida.
Cándida tiene los ojos enrojecidos y las lágrimas le recorren el rostro, acerca el brazo a la boca y comienza a morderlo dejándose marcas ensangrentadas, algunos círculos sin piel.
¡Cándida está cambiada!
Hay sólo una pequeña fracción de aquella mujer dentro de aquel cuerpo y por ratos aparece, el ser que ha tomado su alma la deja salir para que sienta el dolor de la carne. Para que vea como se consume la vida que antes rebosaba en su piel.
Cándida aflora y llora. Los músculos no responden. Ha pasado de ser espectadora a victima torturada. Vuelve a levantar el rostro y mirando el cielo sonríe. Ya no es la mujer amorosa, la entidad oscura ahora la suplanta. Ama la noche, la oscuridad, no hay luna ni estrellas y una suave llovizna la estremece de gozo.
Escucha los pasos de un hachero, el hombre en busca de leña ha querido recortar camino y regresa por ese claro.
Cándida voltea el rostro y una sonrisa extraña deja entrever los dientes rotos y las encías sangrantes. Los pasos se acercan, ella espera serena.Es su noche de suerte.
…..
He querido dejar el cuento a esta altura para que el lector imagine el final.
¿He querido dejarlo o ya no puedo continuar?
Ineludible o involuntariamente a mis personajes siempre les otorgo una parte de mí.
Son nacidos de mi alma.
Creados por mi mente.
Concebidos en pliegos de papel y tinta, entre mis manos.
Cándida no fue la excepción…
…He decidido dejar el final librado a vuestra imaginación.
…He decidido dejar el final librado a vuestra imaginación.
¿He decidido hacerlo o es que ya no puedo continuar?
Debo descansar, guardaré el cuaderno y me iré a recostar, hoy el cansancio me roe los huesos… las uñas me sangran y me duele la mandíbula.
4 comentarios:
Guauuuuuuuuuuuuu.......
El ouroboros, la serpiente que se devora a sí misma, es un símbolo de la iniciación. Cuando el dolor por el monstruo interno es demasiado grande, puede convertirse en algo literal, en autodestrucción. Pero si se consigue ir más lejos, más allá, las vendas caen y aparece un nuevo ser, un ser liberado.
Felicidades, es realmente bueno. Para mí está, sencillamente, acabado.
Decidí alimentarme sólo de tus historias.. Seguro q así, le
muestro mis fauces más temibles,
las q todavía no vió, a mi enemigo..
Besos, mi niña..!
Male.
(Y Gracias, por tus pals., por tu apoyo.., por permitirme estar a tu lado..)
Te dejé comentarios, en los anteriores posts, q como éste,
me "emocionaron"..
El resurgir en una nueva personalidad, en una nueva mujer, dejando atrás a paso corrido toda su candidez para abrir las fauces, quizá porque alguién en ese claro del bosque hizo que la fiera interior saliera y dejará atrás su piel de cordero.
Enorme Escarcha, como siempre
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