Monstruos que retozan en este sitio:

miércoles, 24 de febrero de 2010

OVILLITOS DE RISA Y PIÑA COLADA

Una mujer de un metro setenta y cinco, delgada, morena y de rasgos faciales fuertes casi masculinos, está sentada a la mesa, de frente a un ventanal abierto por donde entra el sol, tiñendo de amarillo anaranjado el lugar y llenando de energía y calidez los cuerpos casi helados después de una noche gélida.
-¿Café?
-No, gracias. Alcanzame mi mochila, por favor.
Se refregaba la mano derecha, tenía los nudillos hinchados y levemente rojos, abría y cerraba el puño.
Tomó el bolso que le acercaban y sacó una petaquita de piña colada.
-¿Y eso? ¿Por qué de nuevo?
-Me gusta- contestó tímidamente queriendo agarrar el vaso que le habían puesto sobre la mesa y decidiendose luego a tomar directamente de la botella.
-¿Cómo te fue?
-Todo bien, supe manejar la situación con inteligencia, en todo momento fui racional y nunca hubo ningún forcejeo o agresión física- sorbo de piña colada.
-Estás repitiendo lo que te dije cuando me enteré que ibas a confrontarlo. No me evadas. Empecemos de nuevo. ¿Cómo te fue?
La mujer sentada frente al gran ventanal seguía masajeandose la mano, abriendo y cerrando el puño. Pensó un momento y tomando la petaca se hechó un poco en los nudillos y los lamió.
-Todo bien. Estoy aprendiendo a no usar la violencia y a priorizar el dialogo calmo sobre toda diatriba.
-Bueno, entonces quiero que me cuentes todo lo que hiciste desde que saliste de aquí anoche.
-Caminé para calmar mis nervios. Me dirigí a su domicilio. Golpeé la puerta, no la pateé, la golpeé y esperé a que me atendieran.
-Bien ¿qué más?
-Me atendió el sujeto que me vendió el abrigo marrón, ese ten caro, y le expliqué que al llegar a casa me percaté que tenia un agujero en el bolsillo y que por ahí perdería los ovillitos de risa que recolecto a la mañana y en las noches no tendría nada para desovillar y podría terminar volviendo a aquel lugar. Le expliqué pacientemente que cuando ellos me dejaron ir yo juré que no volvería porque no me gustan las rejas, las agujas, ni las compotas de manzana.
-Muy bien expuesto. ¿Él que contesto?
-Nada, me miró raro y me cambió el abrigo.
-¡Bien! ahora mostrame el nuevo.
-No lo tengo
-¿Por qué?
Desvió la mirada y tomo otro trago largo de piña colada pasándose la lengua por los labios cada vez que lo hacía. Extendió los brazos en la mesa y dejó que el sol los calentara.
-¿Por qué no tienes el nuevo abrigo?
-Porque era negro. Los ovillitos de risas se me hacen jugo de lágrimas con el negro. Le expliqué y juro que prioricé el lenguaje inteligente y calmo antes que la diatriba.
La mujer se miraba los brazos, se los refregaba, observaba las manos. Extendiendo el suspenso, el silencio, las ansias de continuidad.
-¿y?
-Me empujó e intentó cerrar la puerta- siguió con calma- entonces entré pateandola, le pegue unas cuantas trompadas, le quebré un par de sillas sobre él... imagino que destroce algunas otras cosas mas porque no recuerdo bien lo sucedido. Pero primero intenté el dialogo y no hice ningún intento de agresión física, me mantuve calma y razonable hasta que la gresca la comenzó él.
-Muy bien, muy bien- la aplaudieron -estás aprendiendo.
-Pero no conseguí mi abrigo- otro sorbo de piña colada y terminó la botellita.
-¿Le enseñaste que la violencia no lleva a ningún lado?
-Si, tengo su falta de paciencia y su poca tolerancia en mi bolso, pero no conseguí mi abriguito, tuve que traer los ovillitos en mi bolsillo del pantalón.
-¿Y se te hicieron jugo de llanto?
-No, se pusieron de color marrón y huelen mal, creo que se transformaron en popo de perro.
-Que mal, ya no sirven, enterralas en el fondo junto con el mal comportamiento del vendedor.
Y la mujer se levantó de la mesa obediente como buena niña, sacó de su pantalón unos pedazos de mierda de perro y de la mochila unos ojos, unos cuantos dedos y dientes y otra petaquita de piña colada que bebía mientras enterraba los malos tratos, los sentimientos pérfidos y la intolerancia de la gente. El sabor dulce de su bebida le ayudaría a olvidar que esa noche no tendría nada para desovillar.

6 comentarios:

madroca dijo...

Desovillar ovillitos de la risa, y enterrar los malos sentimientos, me quedo con esas imagenes de tu realto, sorprendente como siempre escarcha, esta vez surrealista pero muy inteligente.
Un saludo querida amiga.

Malena dijo...

Todos los días los llenaré de ovillitos de risa..., y de "zumo de naranja" en lugar de la piña colada...

Gracias, simplemente gracias
y
mi eterno afecto, amiga...!

Te quiere,

Malena

Lourdes Santos Bajo dijo...

Un relato que engancha hasta el final. Esos ovillitos de risa que a veces la vida nos destruye.

Saludos

Musaraña dijo...

Ovillos de risa mojados por almibar dulce de piña sobre un mantel de despojos humanos...

Bárbaro!

escarcha dijo...

WAU MUSARAÑA, ESA IDEA LA TENGO QUE ANOTAR!!!!
MUY BUENAAAA

Musaraña dijo...

ok! Pero me deberás una cervecita fresca de comisión por el copyrigth! :P

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