Monstruos que retozan en este sitio:

martes, 26 de enero de 2010


La historia fue contada por partes.
Marisa le contó de su antiguo amor y Oriana se sinceró sobre el suyo.
La siguiente noche se tocaron los temas escabrosos, la mujer tímida contó entre sollozos como recuperó el cuerpo descompuesto de su amado y durmió con él. Juntando las partes que quedaban, sin atreverse a lavarlo, por miedo a perder la poca esencia que quedaba de él conviviendo en los gusanos y en los retazos de carne putrefacta que colgaba de los huesos.
Lo amó en vida y lo amó en la muerte.
Lo amó sano y lo amo adorablemente descompuesto.
A su turno Marisa se hundió en silencios, apagó las velas perfumadas que estaban en la mesa y extendiéndole la mano, condujo a Oriana al piso subterráneo donde hacía el desuello de los animales y al que la tímida escultora había entrado sólo una vez.
Se paró frente a la cámara frigorífica y sin mirarla escupió su secreto.
-No dejé que se enteraran porque me la iban a quitar, yo no permitiría que su esencia conviviera con los gusanos, y la mantuve intacta dentro de su frasco.
La pesada puerta se abrió, sobre una mesa de autopsias estaba el cuerpo congelado de una mujer rubia, delgada y bella.
Oriana la miró extasiada. Si hubiese conocido a Marisa unos años antes aun tendría a su amado entero y no licuado entre lombrices en la tierra.
Se acercó a la mujer muerta y pasó la mano por el costado derecho donde había evidentes moretones y las costillas con extrañas deformaciones, en el cuello resaltaba un gruesa linea morada. Se dio media vuelta y miró a Marisa.
-¿Qué hubieses hecho si tu amado intentaba abandonarte?- le preguntó
Y no hicieron falta respuestas, Oriana la abrazó con fuerza comprendiendo cada golpe que destrozara la vida de aquella amante traicionera. Ella también lo hubiese hecho. Se abrazaron y lloraron.
Las cartas estaban sobre la mesa.
El cráneo de la infortunada damisela estuvo listo en un mes y medio.
Marisa entró esa tarde, emocionada, al cuarto que compartía con la escultora y puso la cabeza en su mesita de luz, acomodando el cabello trenzado hacía un lado. Se paró a observar complacida.
La sonrisa que le iluminaba los ojos se trituró a medida que se daba vuelta. Miró a su protegida, amante, ayudante y ahora mujer sobrante y sentenció...
-Gracias, ahora ya puedes irte.
Oriana no atisbó ni siquiera a sorprenderse, ya lo imaginaba. Estuvo presente en el desuello de la muerta y pudo observar como el bisturí antes de cortar era precedido por caricias. Aun la amaba. Marisa había besado y acariciado cada parte de aquel cuerpo frió y duro antes de proceder a cortarlo. Y no era sólo el recuerdo de un amor etéreo. Era también la indiferencia que poco a poco se había introducido entre ellas dos.
A medida que la doncella muerta cobraba forma... Marisa se alejaba.
Permitime que me quede unos días más y me voy- le suplicó la escultora -mañana salgo a buscar un lugar para alquilar, hacelo al menos por la ayuda que recibiste de mi parte para recuperar a tu amada.
Marisa la miró en silencio.
-Puedes dormir en la otra habitación- contestó y volvió a concentrarse en la cabeza que adornaba la mesita.
Oriana retrocedió y se quedó desde afuera observándola unos momentos.

Marisa, tan alta, tan segura y hombruna, tan decidida y dominante... ¿creía que trataba con una mujer más? ¿era ella una mujer cualquiera?

No, Marisa estaba equivocada.

Estaban en la misma situación, no tenían nada que perder, todo estaba hecho.

Marisa, tan alta, tan segura y hombruna, tan decidida y dominante... ¡se estaba equivocando!

Sonrió y se fue a la otra pieza a descansar.



...continuará

2 comentarios:

madroca dijo...

lo vengo diciendo desde el inicio, las sorpresas están todavía por llegar.
felicidades Escarcha, lo estas bordando

Musaraña dijo...

Continuas manteniendo la intriga...

:)

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