
Hace fuego y pone a cocinar el caldo.
La verdura que está pasada y se la tira... ¡a ella le sirve!
Los huesos limpios que el carnicero le da a los perros, ella los rescata (siempre con algún mordisco de por medio) ¡y saborizan el caldo!
Toda tu basura es tremendo descubrimiento ante sus ojos, se relame de gusto con aquello que vos mirarías asqueada. El hambre, el frío y el calor son bestias que deben ser vencidas diariamente, ella abre los ojos cada mañana con el firme propósito de sobrevivir ese día.
El niño barrigón se acerca y ella lo toma de improvisto, tirándolo sobre la tierra...
...
Raul ha salido a cazar, siempre lo hace en compañía de cuatro amigos más, pero ellos por uno u otro motivo no han podido ir. No quiere perderse ese día precioso y sale al monte con el rifle al hombro y el cuchillo a la cintura, no pasará mucho tiempo hasta que un conejo sea introducido a su saco.
Después de un par de horas llega hasta el río y se sienta a descansar dejando a un lado la bolsa con varios animales pequeños.
Está contemplando el ocaso, respira hondo, relajándose con la brisa del sur. Se recuesta. Es sólo un momento, para descansar, piensa él... pero se duerme.
El chasquido lo despierta y se encuentran las miradas en la noche, los ojos le brillan casi rojizos, tiene la bolsa en las manos. Son segundos de pánico, intenta racionalizar y descubrir en lo que tiene ante sus ojos un vestigio humano.
Es una hembra, se le notan las tetas por debajo de la remera deshilachada y sucia. Una joroba le deforma la espalda y el cabello largo y enmarañado le tapa practicamente la mitad de la cara, tiene surcos de cicatrices por viejas batallas ganadas. Las piernas que aparecen por debajo de lo que simula ser una falda son apenas huesos cubiertos por una piel añeja y reseca.
Es una hembra, se le notan las tetas por debajo de la remera deshilachada y sucia. Una joroba le deforma la espalda y el cabello largo y enmarañado le tapa practicamente la mitad de la cara, tiene surcos de cicatrices por viejas batallas ganadas. Las piernas que aparecen por debajo de lo que simula ser una falda son apenas huesos cubiertos por una piel añeja y reseca.
Se sienta de un salto y ella retrocede apropiándose de la bolsa.
-¡Mio!- grita ella, intentando enderezarse, sacando pecho, tirándole al aire su poderío de hembra guerrera.
Raúl toca su cintura y el cuchillo que guarda en su funda.
...
El niño barrigón grita riéndose y la mujer, sobre el niño tirado de espaldas, le besa la panza, dándole pequeños mordiscos con los pocos dientes que le quedan.
Se acerca otra mujer joven, que los mira jugar y sonríe.
La vieja le señala la olla hirviendo.
-Tienen comida. Me voy a dormir. He dejado más secándose, les alcanzará- y le toca la barriga en señal de saciedad.
La muchacha la mira serena.
La vieja entra a la casita y antes de tirarse al suelo a descansar se toca el costado derecho abierto en una herida larga y profunda, cubierta de yuyos cicatrizantes y una tela sucia. Los mira por la ventana y se acuesta triste pero satisfecha, ha vencido peores momentos, pero ya no es la que era. Si esa noche se eleva hacia los dioses lo hará tranquila. Dejando la sabiduría en manos de su hija y la belleza del monte en los ojos de su nieto.