Antes de
abrir la puerta la observó detenidamente. Estaba con las ruedas desinfladas y
parecía vieja, con la pintura descascarada y el óxido devorándola por partes.
Miró a su
alrededor buscando al posible dueño del vehículo pero no había gente en la
zona. Un pequeño déja vu le dejó una presión en el pecho que no supo definir,
la imagen que se había cruzado era tan efímera que ni siquiera logró
reconocerla.
Entró a la
casa, se preparó un café mientras se cambiaba de ropa. Se duchó pensando que no
recordaba haberse desvestido. Puso la pava para el café y reaccionó que ya lo
había hecho aunque el recipiente estuviera frío y limpio.
La
bicicleta vieja y oxidada lo estaba despertando, vivía en una zona anacrónica.
Un movimiento a sus espaldas lo sobresaltó, giró y encontró al niño casi
destruido y recordó la calle con agua, la felicidad de mojarse los pies
mientras pedaleaba, el vehículo que le tocaba bocina, el ruido de los frenos,
el impacto, el dolor, el llanto, la ausencia de tiempo.
El pequeño
se acercó y le extendió la mano.
-¿Vamos? – preguntó
el pasado y el fantasma se aferró a él para seguirlo.
1 comentario:
Hola Escarcha , bien hayada de vuelta a tu casa , cuanto tiempo sin saber de ti , y mara por donde me encuentro leyendo este impactante relato , la verdad es que se te hiela la sangre, se me puso los pelos de piel gallina , me alegro de tu regreso , me a gustado mucho tu relato de hoy .
Te deseo un feliz verano , besos de Flor.
Pd ; Me alegra volver a verte Escarcha de verdad.
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