Monstruos que retozan en este sitio:

lunes, 28 de febrero de 2011

MIEDO

Las noches con pesadillas y miedos no le dan tregua, siente que se hunde y piensa que tal vez llevando todo esto al extremo, tocará fondo, y podrá de una vez y por todas salir a flote.
Si. Tiene que tocar fondo.
Los temores han regresado. Miedos de niña, miedos que a otros les parecerían divertidos pero que a ella la dejan exhausta, con mañanas en desvelo, con desayunos entre ojeras y media mañanas con pocas ganas de comer su acostumbrada manzana.
Esa noche sin dormir tiene que ser la última, o al menos la última sin hacer nada por remediarlo.
Llevará su problema hasta el límite y se exigirá romper barreras, aplastar fobias. Necesita un poco de normalidad, añora la rutina.
¿Por qué mira bajo la cama antes de acostarse? ¿Qué la lleva a inspeccionar el ropero noche tras noche? ¿De donde provienen los ruidos que cree escuchar? ¿Por qué siente alivio ante la mínima partícula de luz que entra por la ventana al amanecer?
Tiene que tocar fondo, tomar impulso y volver a resurgir. O la poca salud mental que le queda seguirá cayendo por un abismo que, a mayor profunidad, mayor presión ejerce. Un día reventará y dejará de existir, sus miedo habrán podido más y será sólo la sobra que cuelga en el diente de un espejismo cruel.
Tomará todos sus temores y se bañará en ellos, no hay otra salida.
Las diez de la noche indica el reloj, toma una manta, una almohada, un sillón plegable y se sienta casi al final del patio de su casa, entre los naranjos y limoneros, a pocos metros de la tapia perimetral.
Ha apagado todas las luces y con el corazón estremecido se ha ubicado en ese lugar para dormir o morir.
Las sombras, la oscuridad, los sonidos, la soledad, la incertidumbre y ella, todos juntos en una noche que será clave en su recuperación o en su caída final.
Los murmullos han comenzado, abre los ojos grandes y mira buscando el origen, se sienta y deja de escucharlos. Los árboles se mueven arrullados por el viento cálido del norte.
Reza. Como nueva estrategia... reza.
El perro del vecino ladra y casi cae por el sobresalto.
Se recuesta en el sillón, tapándose hasta la cabeza, aprisionando la almohada contra sus oídos, pero mientras más lo hace más escucha los susurros.
Siguiente recurso: no perder la calma e intentar comprender lo que dicen las voces.
Escucha.
Levanta el rostro espantada, mira hacia debajo del sillón, no hay nada.
Se para temblando.
Toma la almohada y la escucha... ¿cómo no lo había pensado antes?
Se da media vuelta horrorizada y busca.
Vuelve a poner el oído y escucha. La almohada le habla. Ahora logra escucharla.
Llora.
Tiembla.
Grita estremecida, rasgándose la traquea con el horror de las certezas, corre sin sacarse la almohada del oído.
El rugido llega desde la punta del naranjo y una sombra negra vuela llegando primero, anticipándose a los pasos desesperados, bloqueando la puerta con su cara carcomida por el horror del infierno.
La mujer cae y grita mientras la bestia se tira sobre ella y la devora.
En su último momento de lucidez aun escucha a la almohada con las voces desenfrenadas que le susurran: "él te espera fuera de tu casa en la oscuridad, no salgas, nunca salgas, él te espera con la febril necesidad de subyugarte y robarte el alma. No salgas. ¡Nunca salgas de noche!"

martes, 22 de febrero de 2011

EL PACTO

“Casi describes el ocaso con la belleza del pánico en tus ojos, puedo saborear la bilis de tu súplica reprimida. Pide por favor y confirma mi sadismo o descubre la compasión.”
Cierra el libro, está cansada y sabe que ha llegado el momento, se mira las manos marchitas: confirmación de que el averno de los años está haciendo madrigueras en cada célula de su cuerpo. Recuerda la última frase que leyó. ¿Podrán encontrar en ella compasión?
Se viste y sale.
Se esconde de las sonrisas burlonas en la noche desamparada, busca conjugar el tambor de su corazón con los grillos traicioneros, ¡qué no se percaten de su presencia!, ¡qué no se den cuenta de que quiere enloquecer y ser diferente!
Tropieza entre los escombros de un baldío solitario y cae lastimándose las piernas.
Se levanta con dificultad. No va a llorar. Al menos hoy no.
Sabe el secreto de la juventud. Le fue legado, escrito con rojo en un papel amarillento.
Hoy la probará y no siente compasión.
Se acerca una joven. No logra ver a su agresora, no sufre, no se entera. Es un segundo y la hoja entra en el pecho trabándose por un segundo en la solidez de sus huesos.
La vieja se adhiere como ventosa, boca con boca, aspirando el alma que se suelta y huye. Tiene que ser el momento justo, ni un segundo antes, ni un segundo después.
El cuerpo exánime cae pesadamente.
La vieja espera los efectos secundarios, se le fisuran las manos, ve la sangre correr por los antebrazos y exclama enérgica.
-Un sacrificio para vos, mi Señor, te doy la voracidad de esta vida y a cambio pido la beldad que supe poseer.
La llaga en la palma de la mano derecha se agranda dejando entrever un ojo grosero. La mujer sabe que pasaría pero se aterra. Grita y trata de cerrar la herida con la otra mano.
El ojo emerge saltón, con las pupilas negras dilatadas y la mira sin darle tregua a la desesperación que la mujer siente.
Cerca de la muñeca se abre otra llaga y se ve en el interior, entre los músculos venas y huesos… una boca.
-No tenías que ofrecerme esa vida, me llevaré tu alma a cambio de la belleza que quieres- le respondió, y con cada palabra que pronunciaba grandes lonjas de coágulos resbalaban por el antebrazo.
Se cierran las llagas.
Siente como juega su sistema con el anonimato que se ha incorporado, lo embruja… lo domina.
Hay una mujer muerta y una casi adolescente que huye del lugar, el rostro impecable, tierno, bello. Los ojos blancos, muertos, el hedor de la muerte escapándole como halitosis por los labios rosados.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Cuento

Amigos: publicaron uno de mis cuentos en Arte Libertino.
Se llama "Cándida y su hijo"
les dejo el link con el enlace para los que deseen pasar y leerlo.
Gracias!

domingo, 13 de febrero de 2011

San Valentín


Ese noche sería la gran noche.
Estaba preparado, no podía esperar más, el tiempo sucumbiría a la ansiedad y quebraría las distancias hasta obligarlo si no lo hacía.
Quería ser leyenda, que hablaran de él, que le temieran. Que las mujeres no pudieran salir de sus casas sin rezar una oración antes de cerrar la puerta y encomendarse a Dios para poder regresar sanas y a salvo.
Las noticias de los tres hombres muertos con una semana de distancia y con un ramo de rosas rojas como almohadas, le habían dado el envión a la idea, para que esta dejara de serlo y se materializara.
Él las mataría y les dejaría un almohadón de plumas en la cabeza para que descansaran de una vida injusta que culminaba con la poca suerte de haberse topado con sus manos sanguinarias en sus caminos.
Contó los almohadones agrupados en el placard, ¡12!. Sería una por mes, luego descansaría un año, le daría paz al mundo, el día a día de las mujeres tendría un año sabático en ofrenda por aquellas que se interesaron en él sin llegar a dañarlo, y luego continuaría su labor de sangre.
Su búsqueda de fama, de equilibrio, de sanación... ¡Sí, sanación espiritual! porque estaba preparado con botellitas de agua bendita, para hacerles abluciones purificadoras y que pudieran entrar al cielo con la paz y la santidad que no tuvieron nunca.
Él lo había pensado todo, cada detalle, cada acción, no sólo sería conocido como un asesino serial peligroso si no también piadoso a la hora de enviar a sus víctimas al mas allá.
El primer trabajo sería en su mismo domicilio, ya había llamado a una prostituta y la esperaba, sentado ansioso en la mesa, con las manos juntas en señal de plegaria, apoyado perfectamente en el respaldo de la silla, con las piernas rígidas por los nervios.
El timbre lo sobresaltó.
-El día de San Valentín será un gran día para vos- le dijo sonriente la morocha que entró con tacos aguja y el rostro cargado de maquillaje.
Llenó el habitáculo con un perfume demasiado dulce, no se pudo resistir a tocarle el cabello mientras ella hacía su entrada triunfal. Tanta belleza concentrada en una mujer pequeña, tan sólo de un metro sesenta, con esos ojitos pequeños y tan negros a la vez. Aspiró hondo y le devolvió la sonrisa.
-¿Te puedo servir algo para tomar? Tengo algunas bebidas- le propuso excitado y nervioso- ¿Le haría el amor antes de darle la gracia de la muerte? ¿La besaría? ¿Valía enamorarse? ¿Estaba en sus planes abandonar la cruzada por su fama, por no haber contemplado la hipotética situación de que él se enamorara?
Ella lo sedujo con su mirada. Era un ángel enfundado en una pollerita de látex. Era una oda a lo sagrado con ojos de rimel violeta.
-Me voy a preparar mientras me sirves algo- le contestó ella siguiendo el camino hacia la habitación que se veía al final del corto pasillo.
Entró, cerró un poco la puerta, se miró al espejo para cerciorarse de que seguía siendo tan infernalmente bella como siempre y sonriendose abrió el bolso, extrajo un cuchillo de grandes dimensiones y un ramo de 12 rosas rojas.
¡Tampoco había contemplado la hipotética situación de que la asesina serial lo encontrara primero!

lunes, 7 de febrero de 2011

Vampiro (final)

La niña se presenta en su puerta como una ofrenda de algún Dios despiadado.
Que suerte la suya, “¡comida a domicilio!”. Cuando la ve se le cruza por la mente crear el proyecto de un delivery para hombres como él.
“El encargo se lo llevamos a su casa. Bañadas, sin perfumes artificiales, con buena presión arterial” diría el slogan. Sonríe. Es un hombre con suerte.
-Estoy perdida, recién llego a la ciudad y esta anocheciendo, ¿sería tan amable de permitirme entrar al baño?
No contesta, se hace un lado y extiende el brazo invitándola a pasar.
La examina cuando camina tras de ella, ¿Cuántos años? ¡Tal vez quince o dieciséis! Es una niña con rostro de ángel mimoso... y debe saber a gloria.
Pone agua a hervir.
La niña aparece tímida y mirándolo un segundo decide salir por donde entró.
-Me llamo Jesús- habla, tratando de que su voz suene empática –estoy haciendo un té, si quieres lo podemos tomar los dos, con algunas masas.
Se detiene y duda, él sabe que duda, pero tiene la certeza de que la niña tiene hambre.
-Soy Mónica- responde al fin, se da media vuelta y se acerca.
Toman un té a las ocho y media de la tarde, el sol ya es un pecado de la noche y se pierde con ímpetu en la oscuridad que lo devora.
Ríen. Él habla de su trabajo de diseñador gráfico, de su condición de hombre de letras también, toca de soslayo un poco de filosofía y cree ver una veta de asombro en los ojos de la niña.
-Mónica ¿qué te trajo a esta ciudad?
Silencio, sonrisa extraña en el rostro jovial.
-Un asunto personal. Me gustaría no hablar de ello.
-¿Algún novio?- inquiere.
-No. Un asunto penoso, pero que ya va llegando a su fin.
La observa, sus motivos le interesan poco, sólo quiere sentirse acompañado antes de saciarse con su juventud.
Jesús se levanta y se acerca al ventanal, está por abrir las cortinas cuando ella lo detiene tomándole del brazo.
-Has sido muy bueno, pero me tengo que ir, espero que algún otro día podamos encontrarnos nuevamente.
La forma en que lo dice le sugiere cosas, la niña sonríe, está hablando con la mirada, le está pidiendo todo con los ojos.
Se acerca y lo besa, él siente como le palpita el corazón llevando la sangre hasta los labios que lo acarician, puede olerla, se excita. ¡La sangre lo excita! La toca, quiere rasgarle la ropa, devorarla con sus besos, poseerla en cuerpo y alma. No podrá esperar más, hunde los colmillos sosteniéndola con fuerza.
La primera gota de sangre le quema la lengua y se aparta, ella grita y cae al piso tomándose de la garganta.
Se aleja, arrastrándose.
-¿Que mierda me has hecho?- le grita
A lo que él responde furioso.
-¿Quien eres?
Mónica se levanta confundida, uniendo las partes, armando el rompecabezas mentalmente, hilando la historia.
-Sos un vampiro- lanza segura y él retrocede.
Está asombrada, pero si ella existe ¿por qué no un inmortal que se alimenta con la sangre, la fuerza y esencia de cada persona?
-Hace unas semanas tuve que reconocer en la morgue, el cuerpo marchito de mi hermana, algo la había vaciado. Sin una gota de sangre. ¡Seca! La policía arma conjeturas sobre un rito satánico o un demente suelto. Por sus amigas supe que el último cliente que tuvo esa noche fuiste tú, luego no se supo nada más de ella.
Jesús recuerda a la prostituta.
Mónica se levanta y camina hacia el ventanal.
-Lorena era una niña sufrida, creía poder con la vida, imaginaba que un día llegaría a ser dueña de la inmensidad, que nadie lograría lastimarla y ganaría cada batalla. Cenaste un alma maravillosa- le gritó con odio.
Jesús tiene miedo, se toca la lengua con los dedos y siente como se ha levantado una enorme llaga, la sangre de la joven lo ha quemado.
Jesús, después de más de cien años, tiene miedo, ignora con lo que se ha topado.
Mónica se acerca al ventanal y abre las cortinas de par en par, la luz de la luna llena la invade, devorándola desde las entrañas.
-Mi hermana, mi pobre hermana- gime mientras una mutación dolorosa y atroz se apodera de su cuerpo- ¡Oh! Mi dulce hermana- la última oración suena gutural, ya no gime, ahora aulla.
Cae al suelo en un charco de sangre, la piel se abre, se acomoda, la carne queda por ratos al descubierto, encaja y se cubre.
Todo sucede con una velocidad irreal, Jesús intenta correr pero antes de llegar a la puerta una loba enorme y brutal se lanza sobre él. Cae de bruces. El animal le abre la espalda con las garras, toma grandes lonjas de piel y se las come. Gruñe, le tritura el cuello y tras unos minutos de ataque, la rabia comienza a ceder.
Se conforma, más tranquilo, con lamer la sangre que escurre por todo el cuerpo del vampiro que respira de manera audible. Tiene prácticamente la caja torácica a la vista, hay un pedazo de intestino que cuelga. La loba se aleja y recuesta cerca de la entrada, poco a poco la mutación comienza un viaje de regreso, Mónica reaparece, roja de sangre, satisfecha física y emocionalmente.
Se dirige al baño y toma una ducha con serenidad, saca ropa del placar, todo le queda grande pero ya nada importa, la muerte de su hermana está vengada.
Antes de irse lo mira. Respira con dificultad, no lo matará. No tiene intenciones de hacerlo. El vampiro muere con una estaca en el corazón, ¡sólo con una estaca en el corazón! Jesús tendrá muchos años por delante para tratar de recomponer ese cuerpo marchito y roto.
Lo escupe, abre la puerta y se marcha.
El sol ya nace y la luna llena no volverá en un buen tiempo.

FIN

viernes, 4 de febrero de 2011

Vampiro (I)

I

Esa mañana redoblaba su esfuerzo, la dolorosa certeza de una vida implacable y tediosamente larga, tan atroz como infinita, tan abúlica como cruda; lo mareaba.
Si. Había días en los que despertaba así. Se paró frente al espejo y le dolió aun más su figura, los huesos asomando por sobre la piel fina. La certeza de que su vida no era otra cosa que la muerte cabalgando muy elegantemente por la inmundicia de la humanidad.
Prendió un porro recién armado, tomándolo con cuidado con el índice y el pulgar y lo aspiro hondamente, sintiendo regocijo por primera vez en ese día absurdo. Luego se lo puso en el antebrazo y disfrutó del ardor, del olor a piel chamuscada, a carne quemada, a despertar feroz. Lo terminó de fumar mientras se vestía, ya de mejor ánimo, con una sonrisa de costado y el pucho en medio de los labios. Evidenciaba una notable mejoría, volvió hacia espejo vestido con la remera azul y el jean gastado. Era uno más, pero sabía en su interior que sólo podía ser comparado con un dios, y ajustando los borcegos escapó hacia la noche, a demostrarle al mundo quien mandaba.

II

Lorena estaba parada en una esquina, con unos short de cuero y corpiño rojo, zapatos de taco aguja y carterita al hombro.
Rezongaba por lo bajo, esa noche había empezado mal, se tocó con la punta de los dedos el costado izquierdo a la altura de las costillas y contuvo el gemido de dolor. No quería mirarse, seguramente ya empezaba a parecer el moretón. Si él volvía a golpearla así no lo aguantaría y lo dejaría.
-¿Quien mierda se cree que es?- gimió casi llorando, hasta que un Ford ka gris y pequeño se estacionó cerca.
Un rubio bonito, con cara de ángel, la miraba desde el interior.
-Te hago precio- le sugirió sonriente, coqueteándole al posible cliente.
-Subí- pidió él y ella lo hizo con un atisbo de desesperación.
El departamento era chico. Le pagó por adelantado lo que pidió y un poco más también.
Lorena se sintió a gusto desde que lo vio por primera vez e imaginó que si la noche había empezado mal no tenía por qué terminar de la misma manera. Se estaba cambiando en el baño, un poco incómoda por la falta de espejos. Sabía que tenía uno grande en la habitación porque lo había visto al entrar, estaba justo delante del ventanal abierto.
Eso era lo de menos, no necesitaba mirarse, ella era hermosa.
Se sonrió y salió.
La primera impresión que tuvo al verlo fue de repulsión. Le recordó las fotos de los libros viejos que hablaban de los campos de concentración judíos.
Su adonis tenía un cuerpo famélico, casi cadavérico, que inspiraba más asco que pasión. Retrocedió un paso y él lo notó.
-¡Te pague para que me amaras, puta!- le gritó ofendido.
Lorena reaccionó asustada, tapándose con los brazos.
-¿Estás enfermo? – ¡vaya pregunta! Eso era evidente, lo más probable es que fuera Sida, y si lo era estaba en su etapa terminal.
Lo miró detenidamente y recién allí pudo comprobar que su rostro estaba maquillado. Retrocedió sin voltear, sin perderlo de vista.
-No puedo ofrecerte sexo si estas infectado con algo, te devolveré el dinero.
-¿Y los otros que parecen sanos y no lo son? ¿Cómo te arreglas con ellos, o antes de joder les pides un análisis sanguíneo?- se burló, acercándose lentamente.
A Lorena el corazón le saltaba en el pecho, una vena ancha le palpitaba en el cuello y el hombre no podía dejar de mirarla.
Mientras más agitada, con mayor fuerza la sangre salía de las venas. La boca se le hacía agua. ¡Que delicia!
No la hizo sufrir más, le hubiese gustado un poco de sexo antes de comer, ¡pero no se puede tener todo en esta vida! Bastó un pestañeo de Lorena para que el hombre saltara sobre ella, estacando los colmillos largos y puntiagudos en su carótida. La mujer intentó gritar y el metió la mano entera en su boca llegando a romperle la traque por dentro.
El día que había empezado mal para Lorena… terminó peor.
Saciado, se paró frente al ventanal para mirar su luna llena, la única que le permitía poder reflejarse en los espejos, la única que le devolvía cierta identidad. Podía voltear, con la luna a sus espaldas, y recordarse.
Cuando lo convirtieron, en 1930, su país pasaba una de las mayores hambrunas post guerra, y su cuerpo inmortal guardaría esa apariencia por siempre. Humedeció una toalla y se limpió el rostro lleno de sangre y maquillaje. Desnudo, era realmente un moribundo. Las ojeras violáceas llegaban hasta el pómulo que sobresalía afanoso, casi lastimando la piel decolorada. Si no lo hubieran convertido, habría muerto esa misma tarde como su madre y su hermano, todos muertos de inanición y tifus. Lo peor de todo es que ya casi no recordaba sus rostros. ¡Si al menos hubiese tenido una foto de ellos!

continuará

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