Se tomó el
trabajo de memorizar sus rutinas y poder estar ahí en cada lugar al que ella
concurría: verdulería y panadería cuando estaba de buen humor o simplemente la
vereda de la esquina cuando se sentía abatida. Trató de acercarse cuando la
muchachita extrovertida estaba afuera y la eludía cuando la vestida de invierno
se asomaba.
Después de seis
meses de trabajo de hormiga, podía decir que era un “amigo”.
Anotaba los
detalles que caracterizaban a cada una de las personalidades y sacaba
conclusiones sobre los momentos traumáticos que habían dado origen a cada una
de ellas.
Tenía que elegir
cual de todas quedaría finalmente, no había una líder, todas asumían el control absoluto e
ignoraban que las demás existían. Cuatro veces se presentó y ante las cuatro
actuó de diferente manera. Ninguna era completa, estaban de algún modo
complementándose. Si elegía a la extrovertida esta sería sin dudas una mujer
con poco sentido de la realidad y viviría en un cuento de hadas que pronto
podría estallar haciéndola caer en un pozo de distopías que la destrozarían
mentalmente. Con cada una pasarían situaciones similares, y aun
sabiendo que la dejaría amputada, decidió seguir con su plan. No podía dejarla
con esa falencia y lo más importante era que si lograba curarla se acercaba
irremediablemente al fin de una tortura mayor.
Se la llevó con
engaños, la noche elegida estaba la niña vestida de invierno, no tuvo otra
alternativa que reducirla con varios golpes y secuestrarla. No había manera de
convencer a la niña violada de que acompañara a alguien del género masculino a
una casa abandonada.
La ató sobre un
colchón y la sedó.
Utilizó los
instrumentos quirúrgicos robados de la clínica donde ejercía como psiquiatra.
Se alejó de ella
tres o cuatro pasos y tras unos cinco minutos de extrema concentración pudo ver
a las cuatro mujeres. Dormidas y sumisas. Cada una tenía un rictus en los
labios que la hacía fácilmente reconocible. Había decidido que quedaría la
mujer despreocupada y con un leve retraso madurativo. Hizo los cálculos (con
perros de doble personalidad era más fácil, pero creía entender como funcionaba
orgánicamente la disfunción de personalidad).
Le hizo cuatro
cortes paralelos y verticales en el pecho, y una línea horizontal que dividía
los anteriores. Buscó en el parietal derecho con los dedos. Cuando encontró el
lugar correcto puso su pulgar en él con una hoja filosa de dos centímetro de
longitud y mientras apretaba con una mano, con la otra hundía el bisturí en el
centro del cuadrillé que había dibujado hasta que un crac sonoro indicó el
punto de no retorno. Las mujeres se sacudieron en una pequeña convulsión y poco
a poco dejó de verlas hasta que sólo quedó una.
Casi sonriente,
casi inocente, casi viva.
Estaba seguro
del éxito y el paso siguiente era obligatorio, toda su vida se había preparado
para ello, necesitaba un humano para practicar su cura y ahora la mujer con una
única personalidad, curada de su desquicio pero desangrándose, descansaba sobre
el colchón que se humedecía con celeridad.
Se paró frente
al espejo, agradecido por haberla encontrado en su camino, por haber dado su
cuerpo y su vida en pos de un adelanto psicológico inconmensurable y se miró.
Uno altruista y conservador, el otro: un sádico caníbal.
El pulso de la
mujer se debilitaba y había perdido el color rosado, los labios se amorataban.
Sabía que el final estaba próximo, pero en él sería distinto, sólo dos
personalidades eran mucho más fáciles de encontrar y exterminar. Se dibujó una
cruz en el pecho, buscó en el parietal derecho, esperó a que la personalidad
deseada quedara fija en el espejo y hundió el bisturí.
Él no tardó
demasiado en volver al consultorio, la venda en la cabeza fue rápidamente
explicada como un accidente hogareño. Atiende de lunes a jueves por la mañana.
Los viernes hace investigaciones en un centro psiquiátrico. Los sábados tiene un festín de bifes a la parrilla con los locos que no logran pasar el proceso de
unificación de personalidad.
Físicamente
parece un hombre tan normal como vos o yo, es más, ¡podría ser tu psicólogo en
este momento!
11 comentarios:
¡No conocí ningún psicólogo y ahora tengo muchas más razones para no hacerlo...!!! Bueh, de todas maneras no hace falta ninguna especialidad para tener personalidades múltiples... ¡Muy bueno Diana, como todas tus producciones! ¡Felicitaciones y abrazo!!!!
Uyyy Diosssssssss!!! Estoy petrificada!!! Es como que se me da por mirar por arriba del hombro y observar con cuidado a cada uno de los que me rodean.
Excelente, Diana!!! Como siempre tu talento es inagotable!!!
Besos embrujados, morocha linda!!!
increible texto!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Sencillamente espectacular. Fascinante tanto en su desarrollo como en sus detalles -¡bien morbosos!- Además, después de leer este texto, le escapo a cualquier cosa que empiece con "psico"... Un placer pasar por aquí escarcha. Abrazos!
Hurgar, hurgar y solo asi se descubre lo que uno quiere descubrir.
Besos
Una verdadera obra maestra mi querida Escarcha , la verdad es que gracias a dios de momento , no necesito un psiquiatra , pero intentare no olvidarlo , enhorabuena besos de Lm.
Buenísimo cierre, sí señora =)
Besotes
Ah, gracias a Dios no voy al psicólogo!!!!
Escarcha, tus ideas (de dónde las sacás, amiga?)y tu prosa limpia, que desarrolla esas ideas impecablemente, hacen de tus cuentos el horror que te proponés lograr.
No por repetido menos cierto: un placer leerte!Tiritado placer, de carne de gallina.
Abrazo
Es un placer recuperar tus letras escarcha. Poquito a poco, pero... es que esta fantasía tuya engancha. Lástima que mi tiempo me niegue tantas lecturas.
Un abrazo.
Me dio hambre :)
Leí las dos partes casi sin respirar, me encantan tus historias divididas. Esta quedó genial.
Un abrazo fuerte.
No sé con qué derecho iría él a dejarla con una sola O.o
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