Escarcha está feliz.
Escarcha se tienta de besarla y llorar, pero se prohíbe tanta muestra de sensiblería y le escribe una carta:
¿Donde está mi niña chiquita, toda rulitos, toda aventura, llena de movimientos, de berrinches y carcajadas? ¿Dónde está? ¿En que peca del tiempo quedó acurrucada?
No logro encontrar a esa niña de caminar apurado, en esta mujer que tengo en frente.
¿Sos vos?
¿Como lograste crecer sin que el universo se desbordara a tu paso?
No te encuentro, quiero darte la mano y tu manita ya no es más.
No te encuentro, quiero peinar tu cabello ensortijado y esa cabecita ya no es más.
No te encuentro, quiero… y ya no es más.
Una mujer hay parada frente a mi, una adolescente con ínfulas de madurez, una mujercita de ojos vivaces, de risa transparente.
¿Eres la que cabía en mi vientre? ¿Eres la que provocaba mis miedos seguidos de miradas impertérritas? ¡Si! reconozco el brillo de los ojos de mi bebita, en los tuyos también. ¡Si, eres mi niña! El tiempo convierte. El tiempo se divierte con mi incredulidad. Me desafía, se planta ante mis ojos y hace alarde de su capacidad de cambio. La metamorfosis es tan rápida que mis manos no tienen tiempo de acariciar cada esencia de tu niñez porque ya pasaste a las etapas siguientes, jugando con mis deseos de tenerte acurrucada en mi pecho por siempre. ¡Por siempre, mi niñita, por siempre!
Esta soy, Diana Gabriel, ¿me reconoces?
Soy la niña que cambió: el incómodo mundo abyecto por una suave nube violeta, a dos metros sobre el nivel humano, distante de ellos, juntas entre nosotras, lejos de los demás, envueltas en nuestro caparazón.
Tenía una frase cuando eras bebe, que la escribí en un papelito y la puse durante mucho tiempo debajo de tu almohada, ahora te la regalo y quiero que la asegures con grampas en algún lugar seguro de tu alma:
“Juntas, siempre juntas.
En la tierra corriendo descalzas o en el cielo batiendo
alas.
Juntas, siempre juntas”
El tic tac canta, tal vez por eso no lo reconocí.El tic tac ante tu esencia deviene en fragancias cítricas, dibujos, nombres, ambivalencias, locuras andróginas, ambigüedades que saltan y fluyen en tu anacrónica carcajada, en tu forma de ser espontánea y única.
El tic tac no existe.
Ya te encontré, sos la niña y la mujer.
Ya te encontré, son 17 años que suspiraron en mi oído una tarde veraniega, rompiendo moldes preestablecidos y rearmándolos con tu estética rebelde.
Ya te encontré… nunca estuviste fuera de mi.